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Actualizado: 26 de mayo de 2025
Genoveva tiene razón, Magdalena. Conozco personalmente solteras, contemporáneas mías, cuya juventud se ha pasado en repetir a todas sus relaciones: «Cáseme usted... Por Dios, encuéntreme usted un marido... No se olvide usted de mí.» Esto se repite al principio con compasión, después con un dejo de burla y luego con un desdén acentuado.
Dijérasme: «Padre mío, Yo soy mujer flaca y débil; Caséme contra tu gusto, Yerros de amor oro tienen.» Perdonárate yo entonces; Que no es posible eligieses Hombre tan vil, siendo cuerda, Y en virtud é ingenio un fénix. Cualquier hombre te dijera, Por vil y bajo que fuese; Y no pude el que me dió Para marido mi suerte.
Este matrimonio nos trae al magín un soneto que escribimos, allá por los alegres tiempos de nuestra mocedad, y que, pues la ocasión es tentadora para endilgarlo, ahí va como el caballo de copas: Caséme por mi mal con una indina, fresca como la pera bergamota; trájome suegra y larga familiota y por dote su cara peregrina.
Palabra del Dia
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