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Actualizado: 10 de mayo de 2025


En los brazos desnudos, casi junto al hombro, tenía la dama brazaletes de oro de prolija y costosa labor; sobre el pecho y en las orejas, collar y zarcillos de esmeraldas; y sendas ajorcas, por el estilo de los brazaletes, en las gargantas de sus pequeños pies, calzados por coturnos de seda roja. Lazos de idéntica seda adornaban la falda y el corpiño y ceñían el airoso talle.

Con las mejillas encendidas y los ojos brillantes de entusiasmo todos la colman de bendiciones, todos piden al cielo dicha interminable para la caritativa señorita. Las mujeres más atrevidas se abalanzan a ella y le besan las manos, los hombres agitan sus sombreros y de sus gargantas salen hurras y vivas que estremecen gozosamente el recinto.

Al ver aquellas formidables barreras de granito se comprende la tenaz y secular resistencia de las dos razas que lucharon durante ocho siglos, apoyándose y defendiéndose una y otra con el poder de la naturaleza y disputando el terreno palmo á palmo, en las gargantas estrechas de las serranías.

Aunque era la noche una de las primeras del otoño y nada fría, ardían en el hogar gruesos leños cuyo humo salía en parte por la chimenea y en parte invadía también la estancia y oprimía las gargantas de cuantos en ella se encontraban. Sobre el fuego se veía un gran caldero cuyo contenido hervía á borbotones y despedía el más apetitoso olor.

Los gritos se detuvieron en sus gargantas y el oro ya no volvió a sonar en sus bolsillos. La pobre mujer había dejado detrás de ella como una estela de silencio y de estupor. El primero que se repuso fue el ayuda de cámara, que era lo que se llama un espíritu fuerte. ¡Voto a...! exclamó . He creído ver pasar a la miseria en persona. Me ha estropeado el año.

Por no perder sus mochilas emprendían arriesgadas ascensiones en la oscuridad. A la menor alarma huían de las gargantas, dando rodeos por lugares casi inaccesibles, que infundían horror al ser vistos a la luz del sol. Los cuervos graznaban asustados en sus alturas al percibir el roce de unos animales desconocidos que gateaban en las tinieblas.

Su blanca barbilla de chivo viejo estremecíase de entusiasmo al acariciar aquellas gargantas vírgenes que, según él, le pertenecían. «¡Todo por el arte!» Y esta divisa de su vida le hacía simpático al doctor Moreno. Ese Boldini quiere a mi Leonora como a una hija decía el médico cada vez que el maestro elogiaba la belleza y el talento de su discípula, profetizándola triunfos inmensos.

Al volver un recodo del desfiladero se encuentra la union de las estrechas gargantas ú hoyas del Agua-Negra y del Trient, riachuelo que desciende del extremo setentrional de los nevados que forman la cadena del Monte-Blanco. La Saboya ha terminado, y el país suizo, lleno de encanto y majestad, desarrolla sus contrastes de ricos y complicados valles y montañas colosales y abruptas.

Sólo sabía cantar, pero de un modo áspero y salvaje, como le habían enseñado los compañeros de contrabando, cuando marchaban en sus jacas, tumbados sobre los fardos, atronando con coplas la soledad de las gargantas de la sierra. Don Luis reinaba sobre la viña como si fuese el dueño. El poderoso don Pablo estaba ausente.

Un aprendiz lanzóse a la carrera por una puertecilla obscura que se abría en la anaquelería: una de esas gargantas de lobo que dan entrada a pasillos y escaleras estrechas, infectas como intestinos, que sólo se encuentran en las casas donde las necesidades del comercio y la aglomeración de mercancías disputan a las personas el terreno palmo a palmo.

Palabra del Dia

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