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Actualizado: 9 de junio de 2025
La tía, porque a pesar de la edad de su marido, estaba solevantada con lo peligroso que era, según dijeron las vecinas, que el bueno del hombre fuese a pasar las noches entre bailarinas y coristas; el tío porque, asombrado de la facilidad con que Cristeta se ganaba sus cuarenta reales, pensaba ya en el cobro de la quincena, y la muchacha porque aún le zumbaban en los oídos las palmadas.
Este secreto que sólo yo poseo, que ese anciano mudo para siempre, no puede él mismo traicionar, ya no existe; la llama lo ha devorado. Lo he pensado bien. Comprendo lo que me he atrevido á hacer. Era un testamento, una acta sagrada y la he destruido. Además, no era yo sólo el que ganaba.
No se dignaba dar consejos á su amigo sobre el juego: su pensamiento estaba puesto en cosas de mayor alcance; pero Lewis se creía más seguro cuando, al levantar sus ojos, lo encontraba leyendo en un rincón. Estando él allí, siempre ganaba, ó á lo menos no perdía. Su presencia era suficiente para conjurar el poder nefasto de los infinitos enemigos que el inglés presentía en torno de la mesa.
Tiburcio, que era muy alegre y decidor, divertía y regocijaba a las damas y tenía con ellas mucho partido. No alcanzaba tanto favor con los hombres. Tal vez le envidiaban muchos. Tal vez se dolían otros de la insolente suerte con que les ganaba el dinero cuando jugaban a los dados.
Todo lo referido, notó desde su cama la paralítica, y hallábase sumamente inquieta y quejosa, por varias razones, entre otras, porque desde que Amparo gastaba cuanto ganaba en botas nuevas y enaguas bordadas, ella se veía privada de algunas comodidades y golosinas que no le escatimaban antes.
El 20 de Octubre, un día antes de Trafalgar, Napoleón presenciaba en el campo de Ulm el desfile de las tropas austriacas, cuyos generales le entregaban su espada, y dos meses después, el 2 de Diciembre del mismo año, ganaba en los campos de Austerlitz la más brillante acción de su reinado.
Con amarguísima dulzura, preguntó entonces a su discípulo favorito, tuteándolo por vez primera: ¿Es posible que tú hayas escrito esto?... Marcelo Valdés tenía tanto corazón como inteligencia, y amaba a aquel buen viejo, que tan duramente ganaba su pan cotidiano.
La suerte se encargó de reanimar acto seguido su confianza. El banquero ganaba otra vez, llevándose todas las sumas depositadas en ambos paños de la mesa. Pero esto no convenció al príncipe. Continuaba sintiendo miedo, y su inquietud le hizo ser brutal. Se colocó á espaldas de Spadoni para hablarle discretamente, mientras miraba en otra dirección.
Al marcharse la cómica, el poeta dijo a Cristeta que aquella mujer ganaba una onza de oro diaria; pero la estanquerita no dio señal de envidioso asombro ni de cosa que denotase codicia.
Dotado de una voluntad firme e inalterable, religioso por carácter, y confiando en la Providencia, dejó la cabaña de su madre, yéndose a pie a Nápoles, donde se hizo lazzaroni y bracero; y el dinero que ganaba durante el día en esta ocupación, lo empleaba por la noche en pagar a los maestros que le educaban. Pasaba la noche inclinado sobre sus libros, abusando así de sus fuerzas y de su salud.
Palabra del Dia
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