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Actualizado: 4 de junio de 2025


Pensó el dominico que el animal fuera una encarnación del demonio mismo, y se disponía a hisoparlo... Pero como el gato era muy manso, restregose contra las pantorrillas de Guy, el primero que topara.

¡Por vuestros pecados! exclamó indignada doña Brianda. No, por el perdón de los pecados de abuelito el vizconde intercedió seductoramente doña Inés. Vamos, perdonadme, oh duquesa, mi ilustre consuegra, por el amor de nuestros hijos solicitó galantemente Guy de la Ferronière a doña Brianda, que, en prueba de su buena voluntad, le tendió la mano para que la besara.

Así fue; le dio tan fuerte y repentino calambre en la pierna derecha al pobre vizconde, que tuvo que saltar del cuadro... Y con tanta torpeza lo hizo, que con todo su peso le pisó un pie a doña Brianda... ¡Grosero! exclamó ésta, sin poder contener su dolor. Para tranquilizarla, dobló Guy la rodilla en tierra y le suplicó: «Pardón, madame

Y se imponían: don Fernando y doña Brianda por su prestancia, fray Anselmo por su austeridad, doña Inés por su belleza y Guy por su donaire. Naturalmente, en las sobremesas de la antecocina se explicó el caso de la manera más natural. Doña Inés era la prometida del amo; venía a casarse con él. Don Fernando y doña Brianda eran sus padres. Fray Anselmo bendeciría la boda.

Bien pronto se reanimó la discusion, y Guy Patin se presentó como uno de los mas fogosos adversarios de un medicamento que debia conquistar un rango distinguido en la materia médica y ser preconizado contra todas las enfermedades ó poco menos.

¡Cuántas veces al adormecerme bajo la media luz de la habitación, parecíame ver moverse la figura misántropa de Guy Mannering, y de espanto al verla salir del marco, encogíame todo en el lecho, tapábame hasta la cabeza y cerraba los ojos para no ver la escena fantástica que fraguaba contra mismo la imaginación calenturienta del niño.

Poco acostumbrado a este deporte, a Manuel le faltó pronto el aliento, interrumpiose y erutó rociando el rostro del gascón con un gran buche de vino. Esto trae suerte dijo Guy, riéndose. Sigue, muchacho... Había terminado su botella el vizconde y el ayuda de cámara, que no podía ver el vino y jamás lo probaba, iba apenas por la mitad de la suya...

Y Guy aprovechó la oportunidad para pisarle la cola y hacerlo mayar, con gran refocilamiento de doña Inés... Huyó atemorizado el gato, terminó el dominico su rosario, y Pablo despidió a sus huéspedes, instalándolos en sus respectivas habitaciones. Tiempo era, pues la aurora se desperazaba ya en el horizonte, y pronto empezaría el tragín de la mañana.

Guy envainó la espada, tomó una, la alzó, la miró, tendió el brazo, y dijo: ¡Por las glorias del rey de Francia! Mas viendo que no se movía Manuel, lo increpó de nuevo: ¡Toma pues la otra botella, animal, y no me mires así! Te he dicho que no soy la Virgen María. Empuñó Manuel tembloroso la otra botella y la acercó a los labios...

¡Don Fernando y doña Brianda, primeros duques de Sandoval!... ¡El vizconde Guy de la Ferronière, embajador de S. M. el rey Francisco I ante S. M. el emperador Carlos V!... ¡Doña Inés, condesa de Targes y Cabeza de Vaca!... ¡El duque de Sandoval y de Araya!...

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