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Actualizado: 6 de junio de 2025
Pero de pronto la institución empezó a crecer; se hinchaba y cundía como las miserias humanas, y sus necesidades subían en proporciones aterradoras. La dama pignoró los restos de su legítima; después tuvo que venderlos. Gracias a sus parientes, no se vio en el trance fatal de tener que mandar a la calle a los asilados a que pidieran limosna para sí y para la fundadora.
Parecía confirmar con una mirada de sinceridad lo que la fundadora declaraba. «Y lo sostengo, este hijo de Dios no es un hombre malo. Dicen por ahí que usted asesinó a su segunda mujer... ¡Patraña! Dicen que usted ha robado en los caminos... ¡Mentira! Dicen por ahí que usted ha dado muchos trabucazos en las barricadas... ¡Paparrucha!». Parola, parola, parola murmuró Izquierdo con amargura.
Una monja, una fundadora de conventos; ¿cuántas monjas había habido que no habían pasado de ser mujeres vulgares? La vida de una monja puede caer en la rutina también, ser poco meritoria a los ojos de Dios, y nada útil para satisfacer las ansias de un alma ardiente. Y, sin embargo, a la Santa Doctora; ¿qué mundos tan grandes, qué Universo de soles no la había dado aquella vida del claustro?
Todo lo que tú quieras, hija. Y eso que las Micaelas nos han llevado un pico. Les hemos hecho casi la mitad del edificio. Pero ahora le toca a Guillermina. Ya sabe ella dónde estamos. El grupo que rodeaba a la fundadora se fue disolviendo. Algunos, creyendo sin duda que lo que allí se trataba más era broma que otra cosa, se fueron al salón a hablar seriamente de política y negocios.
En 27 de Mayo de 1576 celebróse en aquella casa una gran fiesta religiosa, á la que asistió el arzobispo, fiesta que la misma fundadora describió con muchos pormenores, y algunos días después salió de la ciudad, dirigiéndose á Castilla, donde prosiguió sus fundaciones.
«¡Ah!, señora dijo a la fundadora, secándose las lágrimas ; veo que se asombra usted de... de verme llorar así, y de estas demostraciones... Es que yo la quería mucho... era mi amiga... iba a ser mi querida... digo... no, dispense usted, éramos amigos... Usted no la conocía bien; yo sí... Era un ángel... digo, debía serlo, podría serlo; dispense usted, señora, no sé lo que me digo; porque me ha llegado al alma esta desgracia.
Doña Lupe y Fortunata se levantaron, y la fundadora saludó con aquella gracia y amabilidad que eran iguales para el Rey y para el último de los mendigos.
El asombro de la santa era tan grande, que no lo podía expresar. Abría la boca, maravillada, cual si presenciara un milagro. «Pero de veras que tú... Mira, hijo, si quieres que yo crea en ese estado de tu espíritu, es preciso que me lo pruebes...». ¿Cómo he de probártelo? Vamos a ver dijo la virgen y fundadora, con resolución . ¿A que no haces una cosa?
El niño estaban tan mimado, que la fundadora del establecimiento tuvo que tomar cartas en el asunto, amonestando severamente a sus amigas y cerrándoles la puerta no pocas veces. En los últimos días de aquel infausto año, entráronle a Jacinta melancolías, y no era para menos, pues el desairado y risible desenlace de la novela Pitusiana hubiera abatido al más pintado.
Se hará, señora, se hará respondió el médico, sanado por la singular dulzura de la fundadora . El jueves la esperamos a usted ¿verdad? No sé si esta fatiga lo permitirá. Sí, sí, se lo garantizo yo. Y comprendiendo que estaba ya de más, el joven cortó la conferencia, estrechando con afecto y respeto que se le traslucía en los ojos, la mano de la duquesa, y saludando ceremoniosamente a Clementina.
Palabra del Dia
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