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Ya en la nueva casa, la actividad de la madre Teresa de Jesús, hizo que se habilitase lo mejor que se pudo, contando con algunos fondos y aumentándose la comunidad; pero entonces comenzaron á levantarse calumnias contra la fundadora, intimándola el padre Salazar para que no hiciese más fundaciones; y denunciándola por entonces á la Inquisición como sospechosa de herejía, ilusiones, falsa devoción y revelaciones imaginadas, una beata que había vivido en la recién fundada casa religiosa, ayudada por un clérigo de quien dice fray Diego de Yepes que era «hombre hipocondríaco, escrupuloso, ignorante y expuesto al error

¿Yo?... ¿que le explique yo?... repuso la fundadora con cierto aturdimiento . Hay en el corazón misterios muy grandes, y en lo que toca a la simpatía, misterios de misterios... ¡Pobre mujer! Y si viera usted qué guapa era cuando polla. Se crió en casa de mis padres. ¡Lástima de chica! Su perfil elegante, la mirada, la expresión, eran de lo poco que se ve.

En fin, no es cosa de que nos pongamos a reñir por quién peca menos... ¿le parece a usted? dijo la fundadora, uniendo la cortesía a la modestia, y permitiéndose el característico guiñar de ojos, un tanto picaresco . Mi lema es este: «haga cada uno lo que pueda y lo que sepa, y Dios verá». Eso mismo pienso yo... Conque, usted me dispensará... tengo mucho que hacer. Hasta mañana; no faltar...

Pero, hijo replicó la fundadora , si usted es un pobre. ¿Qué necesidad tiene de ese gasto? Si no hubiera más remedio, muy santo y muy bueno. Pero no sea usted tonto y guarde su dinero, que bastante falta le hace. Esta obligación la pagará quien debe pagarla, y no digo más: al buen entendedor...

Izquierdo y el Pituso estaban también; el primero fingiéndose muy apenado de la separación del chico. Ya la fundadora había entregado el triste estipendio. «Vaya, abreviemos» dijo esta cogiendo al muchacho que estaba como asustado. ¿Quieres venirte conmigo? Mela pa ti... replicó el Pituso con brío, y se echó a reír, alabando su propia gracia.

Al propio tiempo tocaba y cantaba hasta desgañitarse... «Que se calle usted... por amor de Dios... Nos deja sordos dijo la santa sacando su portamonedas . Tenga, y a la calle a cantar. Hoy no quiero aquí fandangos. ¿Me entiende?». Marchose el porfiado ciego, y la fundadora siguió hablando con el Padre Nones: «Suba usted a ver si me la reconcilia y le da la última pasadita.

Púsose de centinela en la calle del Bastero, y cinco minutos después vio a la fundadora entrar en la casa. «Han de subir por la calle de Toledo pensó ; desde allí las veré sin que me vean. Siguió a la calle de Toledo, poniéndose en acecho en la acera de enfrente, junto a la puerta de una taberna.

Cuando volvía al cuarto de Severiana, encontró al Padre Nones que salía. «Le he enderezado las ideas, maestra; ahora está bien preparada le dijo el clérigo que, por su alta estatura, tenía que encorvarse para hablar con ella . Voy a la iglesia. Dentro de tres cuartos de hora estamos aquí». Entró la fundadora en la casa y vio el altar, que estaba muy bien.

Volvió la fundadora a sermonearle, pues no se contentaba con promesas, y se despidió diciendo que si no estaban el jueves, se podía quedar con ellos. Salió el Sr. Pepe, haciendo cortesías, hasta media calle, y las dos señoras subieron despacio hacia la del Ave-María. «Bueno dijo Guillermina ; antes de separarnos, quedaremos en algo. ¿Quiere usted ir a mi casa? ¿Sabe usted dónde vivo?».

Entre tanto, la fundadora, a pesar de su mucha prisa, entablaba una rápida conversación con D. José. «¿No tiene usted ya nada que hacer en casa?». Absolutamente nada, señora. Ya están desmentidas las últimas resmas. Pensaba yo ahora irme a dar una vuelta y a tomar el aire. Le conviene a usted el ejercicio... perfectamente.