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Actualizado: 5 de mayo de 2025


El merendero o cenador, donde comimos las fresas aquella tarde, que fue la segunda vez que Pepita y Luis se vieron y se hablaron, se ha transformado en un airoso templete, con pórtico y columnas de mármol blanco. Dentro hay una espaciosa sala con muy cómodos muebles.

Un prado de fresas floridas se extiende, cual manto argentado, entre un prado de frambuesas y otro de grosellas. Por todas partes se huele el perfume penetrante de la acacia, tan agradable al olfato de los porteros. París adquiere a peso de oro la cosecha de Parthenay, y los bravos campesinos, a quienes veis caminar a paso lento, con una regadera en cada mano, son casi todos pequeños capitalistas.

MERMELADA DE FRESA. Se pesa igual cantidad de azúcar que de fresas; se limpian bien éstas, se les quita los tallos y se ponen al fuego en agua fría; en cuanto dan un hervor se sacan, se escurren y pasan luego por un tamiz; se hace hervir la fruta hasta que espese algo; se le añade el azúcar y se hace hervir un poco sin dejar de mover para que no se pegue.

Coca hizo un gesto como diciendo que no les importaba la casa y la mesa, sino el dueño de casa y amigo... Mientras éste, saboreando el postre, un dulce de fresas, exclamaba sinceramente: ¡En mi vida comí nada más delicado! Es obra de Laura observó Coca, faltando impudentemente a la verdad, porque ella era la autora del dulce.

Oirían la primera misa en la capilla de los Desamparados, porque a doña Manuela, como buena valenciana, le parecía que ninguna misa del resto del año valía tanto como aquélla y después tomarían chocolate en un huerto de fresas, bajo un toldo de plantas trepadoras, recreándose el olfato con el olor de los campos de flores y el humillo del espeso soconusco.

Iten ... que pinte dentro de las fresas donde oviese escudos vnos lexos buenos e de buen arte en que vaya cielo e tierra e agua e arboles é verduras e ... otras cosas que se contienen para ellos

Ulises se imaginó una gran señora, hermosa como doña Constanza. Cuando menos, debía ser marquesa. Su padrino bien merecía esto. Y se imaginó igualmente que sus encuentros debían ser por la mañana, en uno de los huertos de fresas inmediatos á la ciudad, adonde le llevaban sus padres á tomar chocolate después de oír la primera misa en los amaneceres dominicales de Abril y Mayo.

Era fea: angustiaba a sus vecinas y compañeras de mercado con su tosecilla continua y molesta, pero todas la querían. ¡Criatura más trabajadora!... Horas antes de amanecer ya temblaba de frío en el huerto cogiendo fresas o cortando flores; era la primera que entraba en Valencia para ocupar su puesto en el mercado; en las noches que correspondía regar, agarraba valientemente el azadón, y con las faldas remangadas ayudaba al tío Tòfol a abrir bocas en los ribazos, por donde se derramaba el agua roja de la acequia, que la tierra sedienta y requemada engullía con un glu-glu de satisfacción, y los días que había remesa para Madrid, corría como loca por el huerto saqueando los bancales, trayendo a brazadas los claveles y rosas, que los embaladores iban colocando en cestos.

Iba ella a coger fresas silvestres, de las muy delicadas que en abundancia producía aquel bosque, y a coger también cierta florida hierbecilla, llamada waldmeister, que se pone y conque se perfuma y sazona el maitrank, deliciosa bebida propia de aquella estación y de la que gustaba muchísimo la Condesa viuda.

Pepita Jiménez, que ha sabido por mi padre lo mucho que me gustan las huertas de por aquí, nos ha convidado a ver una que posee a corta distancia del lugar, y a comer las fresas tempranas que en ella se crían.

Palabra del Dia

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