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Actualizado: 25 de junio de 2025
Recuerdos, esperanzas, dudas y desengaños, todo acudía en tumulto y asaltaba y atormentaba su mente. Fray Miguel por involuntario impulso hacía un raro examen de conciencia.
En esto he mejorado mucho; porque fray Luis de León me enseñó en su Perfecta casada que en cada estado la obligación es diferente; en el mío mi esposo merecía más de lo que yo le daba, pero advertida por el sabio poeta y por usted, ya voy poniendo más esmero en cuidar a mi Quintanar y en quererle como usted sabe que puedo.
El Reverendo P. Presentado Fray Miguel Ferrandell, de la Trinidad &c. El P. Fr. Domingo Martí, de S. Domingo, &c. A Catalina Terongí, mujer de Guillermo Terongí, alias Morrofés. El Doctor Onofre Morrelles, Rector de S. Nicolás &c. El Padre Fray Salvador Fornari, Dominico &c. El P. Pedro Bolós, Jesuita. A Rafael Benito Terongí, hijo de José Terongí, Felós.
Ya ves a lo que me aventuro. ¿Quieres tú también aventurarte? Quiero contestó sin arrogancia y con tranquilidad Fray Miguel. Para el rejuvenecimiento continuó el Padre Ambrosio que ha de verificarse en ti, se requiere algo parecido a la muerte, aunque no sea muerte. ¿Te sometes a ello? Me someto.
Buscó un hombre que en un tiempo había formado parte de su partida y que después entró, arrepentido, en nuestro Monasterio, un tal fray Horacio, y le entregó la ermita para que la cuidara, pero sin decirle nada sobre el túnel secreto y sus cavernas subterráneas.
El buen fray Pedro vino á contagiarse de las herejías de Molinos y aquí estuvo su perdición, bien que él trató de ocultar los graves pecados y sólo con sus íntimos explayábase en sus predicaciones y en sus actos, que eran por cierto de los más peregrinos.
Veo, además, que habéis pecado tanto por el dinero, que desde ahora, sin que os confeséis, puedo deciros... ¡Qué! ¡señor! Que si no reparáis el mal que habéis hecho, os condenáis. Estremecióse todo Montiño. ¡Que me condeno! exclamó. Irremisiblemente. ¿Y qué he de hacer, qué he de hacer, padre? Fray Luis miró profundamente al cocinero mayor.
Sí contestó fray Antonio en su voz baja, profunda. El tesoro escondido del Vaticano.
Cuán enorme no sería el pesar de Fray Miguel, que tamaña importancia atribuía a la vida, al ver que la suya iba ya a consumirse, tocaba a su fin, sin que persistiese más en ella que la energía de atormentarse y de desesperarse.
Mañana mismo. Conformes. Cauto, sin embargo, el tío Frasquito, y deseando prevenir en el ánimo del novicio las deficiencias que pudiera tener en su papel de fray Baltasar el padre Cifuentes, apresuróse a decirle que era este un cuitadito, un infeliz sin pizca alguna de mundo, que hablaba oportune et importune del infierno, pintando unos diablos feotes y groseros que en nada se parecían a los diablillos correctos, perfumados, elegantes, que se figuraba el tío Frasquito de frac y corbata blanca, pelo rizado, gardenia en el ojal, monóculo en el ojo izquierdo y un lazo de color de fuego en la punta del rabo.
Palabra del Dia
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