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Actualizado: 4 de julio de 2025


Acercose a la cama y vio con asombro sus trajes de abrigo, sus chalecos de franela muy bien cepillados, muy bien doblados y perfectamente empaquetados; allí estaba asimismo el paquete de Luisa con sus vestidos, sus faldas y sus recios zapatos cuidadosamente ordenados.

Después se pone en una franela o tamiz para que se vaya filtrando y cayendo a otra vasija; a medio kilo de este jugo se le agregan tres cuartos de kilo de buen azúcar; se pone a fuego muy lento y cuando va a empezar a hervir se vierte de la vasija de porcelana que se habrá puesto al fuego a la de barro; se deja enfriar y se embotella; procurando guardar las botellas derechas y herméticamente cerradas y en sitio muy fresco.

Una hora después Cristián subía con ligereza la escala del yate y saltaba al puente por la cortadura... Marenval, imposible de reconocer con su traje de franela blanca, gorra marina con galones de oro, tez curtida y barba descuidada, se lanzó al encuentro de su amigo y llevándole á la popa, bajo una toldilla de lona que abrigaba al puente de los rayos del sol;

Estaba enteramente ocupada por la gente de la aldea, todos labradores; las mujeres delante, vestidas la mayor parte de tela de estameña negra, pañuelos de color a la garganta y la cabeza cubierta con mantilla de franela; los hombres detrás, con chaqueta de bayeta verde o amarilla, calzón corto de pana, medias blancas de lana sujetas por ligas de color.

FLAN HELADO. A un vaso de leche, diez céntimos de café en grano; después se baten mucho dos yemas con azúcar, y se baten aparte las dos claras a punto de nieve; se mezclan bien las yemas con la leche y se pone al fuego como bizcochada; antes de separarlo del fuego se ponen cuatro colas de pescado deshaciendo una por una; y después se coloca en franela mojada y se pone hielo hasta que se cuaja.

Bueno fuera, exclamó la más cariavinagrada de aquellas viejas, que despojásemos á Madama Ester de su hermoso traje, y en vez de esa letra roja tan primorosamente bordada, le claváramos una hecha de un pedazo de esta franela que uso para mi reumatismo.

Fuera de esto, era un muchacho encantador; y en caso de duda, bastaba con preguntarlo a su mamá. ¿Quién llevaba con más garbo que él el gabán sin costuras, ancho y deforme como un saco? ¿Quién, en verano, iba más mono con el trajecito de franela y la marinera de paja? ¿Quién daba mejor sombrerazo rígido, moviendo al mismo tiempo la cabeza y levantando un pie?

La faja negra oprimía una camisa de franela roja, apenas cubierta por un chaleco suelto, y la maraña de pelos ensortijados, sucios de barro, se escapaba por debajo de una boina vieja. Olía á juventud descuidada, á ropas mantenidas sobre la carne meses enteros. Aresti conocía este perfume de las minas; el hedor de los cuerpos vigorosos que trabajan, sudan y duermen siempre con la misma envoltura.

Las mujeres salían a sus puertas movidas de la curiosidad; empezaba el chismorreo, y poco después, en los murmurantes corros que se formaron, circulaban noticias y comentos: «A la señá Nicanora le ha traído un mantón borrego, al tío Dido un sombrero y un chaleco de Bayona, y a Rosa le ha puesto en la mano cinco duros como cinco soles...». «A la baldada del número 9 le ha traído una manta de cama, y a la señá Encarnación un aquel de franela para la reuma, y al tío Manjavacas un ungüento en un tarro largo que lo llaman pitofufito... sabe, lo que le di yo a mi niña el año pasado, lo cual no le quitó de morírseme...». «Ya estoy viendo a Manjavacas empeñando el tarro o cambiándolo por gotas de aguardiente...». « que le quiere comprar el niño a señó Pepe, y que le da treinta mil duros... y le hace gobernaor...». «¿Gobernaor de qué?...». «Paicen bobas... pues tiene que ser de las caballerizas repoblicanas...».

Palabra del Dia

buque

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