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Actualizado: 26 de mayo de 2025


El Magistral oyó con paciencia el discurso del médico y, por decir algo, dijo: No podrá usted negar que en esta casa el trato es jovial, franco; a cien leguas de toda gazmoñería. ¡Otra farsa! No quién diablos ha enseñado a mi prima esta comedia. El que entra aquí piensa que es calumnia lo que se cuenta de la rigidez monástica de este hogar honrado, pero aburrido. Las apariencias engañan.

Me propuse que nosotros no riñéramos, y dirás si tienes queja de ... Ninguna. Y me propuse también no hablarte nunca de ella. Hoy lo hago, no por Leocadia, soy franco; sino por . ¿Sabes dónde pasa muchas tardes? Su madre se la lleva a novenas y fiestas de iglesia. Y a otras partes. ¡Mira bien lo que dices! No te atufes.

Aquí no podemos llevarnos las manos á la cabeza, aquí no se puede decir el Padre nuestro, aquí no se puede ni rezar, sin tener que hacer frente al dichoso franco. Odio esta palabra, ¡Qué sujeto tan descortés! ¡Qué persona tan atribulada y tan agresiva!

Era una de las obras más notables que se habían publicado en el siglo: las «Respuestas á las objeciones más comunes contra la religión» del Padre Segundo Franco, un jesuíta italiano, de inmenso talento.

El hecho había sido considerado simplemente como un rasgo del carácter general de su naturaleza extraña, y Marner era demasiado franco y sencillo para eludir el llamamiento de Dolly. No, no dijo . Yo no nada de la iglesia. Nunca he ido a la iglesia. ¡Nunca! repuso Dolly, con el tono quedo de la sorpresa.

Ya puedo morir tranquilo, porque Amparo no necesita ya de nadie, de nadie más que de Dios. ¡Me pregunta usted qué pienso de Amparo! contesté: con usted puedo ser franco: pienso lo que piensa un hombre de una mujer que realiza todos sus sueños, todos sus deseos, todas sus aspiraciones: de la mujer a quien ama. ¡Ama usted a Amparo! exclamó el padre Ambrosio poniéndose mortalmente pálido.

Las cosas en Yapeyú anduvieron muy turbadas por todo el mes de Noviembre: porque como los curas de este pueblo lo querian apartar de la confederacion, no cesaban de persuadirles, que concediesen á los Españoles paso franco, y abandonasen de facto las llaves.

El local de sus embajadas era siempre la cocina, con gran peligro de que el terrible Desnoyers llegase hasta allí en una de sus evoluciones de hombre laborioso, sorprendiendo al intruso. Doña Luisa lloraba, conmovida por las dramáticas palabras del mensajero. ¡Qué podía hacer! Era más pobre que sus criadas; joyas, muchas joyas, pero ni un franco.

Fuerte había sido para él la decepción; pero no pensó en contrariar a su hija, y mucho menos conociendo mi amor. Era franco, leal, sensato e incapaz de encapricharse en una idea, sobre todo, comprometiendo la felicidad de una sobrina. Pablo soportó su desgracia con gran serenidad.

Me alegro, me alegro en el alma de que hayas sido franco exclamó con afectación . ¡Qué dolor sería para si al cabo hubiera descubierto que te ibas a Madrid sólo por complacerme! Te vería de mal humor, te vería huraño y silencioso, y la pobre Elena tan inocente, sin saber que ella era la causa. ¡Huraño, Elena! ¡Silencioso! , huraño, incivil... inaguantable. ¿Pero cuándo me has visto...?

Palabra del Dia

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