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Actualizado: 16 de noviembre de 2025
Si mi dama, o, por mejor decir, mi pastora, por ventura se llamare Ana, la celebraré debajo del nombre de Anarda; y si Francisca, la llamaré yo Francenia; y si Lucía, Lucinda, que todo se sale allá; y Sancho Panza, si es que ha de entrar en esta cofadría, podrá celebrar a su mujer Teresa Panza con nombre de Teresaina.
Esto promete para el porvenir. Entonces, Francisca dijo la Fontane, no es usted de aquellas a quienes retiene en la pendiente del matrimonio un sentimiento de pudor virginal... Absolutamente respondió Francisca con la inconsciente franqueza que brilla en todas sus palabras y que le vale tantas críticas. ¿Existen, pues, casos de ese género?...
Al salir de la Catedral, la voz de Francisca Dumais me interpeló: Magdalena, ahí tienes un sermón de tu cuerda. A una amiga de las solteronas le gusta que se ocupen de ellas. ¿Por qué no? respondí alegremente. ¿Y tú? Eso no va conmigo dijo Francisca con una mueca de infinito desdén.
La Bonnetable, no habiendo podido digerir la «incalificable agresión» de que fue objeto de parte de Francisca y de la mía, se había excusado.
He aquí a la buena Francisca elevada al papel de confidente... Se calumnia al decir que no tiene corazón, y todo el mundo es injusto con ella... Es, sin embargo, la única que me ha comprendido... Qué buena y segura amiga... ¡Pensar que estoy enamorada!... Es lindo el amor, pero triste... Y hasta hace un poco de daño... 16 de febrero.
El amor es siempre contrariado por la familia observó, dándose importancia. ¿Crees eso? Sí. Hay que tener energía y no dejarte influir... Pero... Si cedes, todo está perdido. No cedo respondí; pero, en fin, Francisca, yo no conozco al señor Baltet... Que no le conoces... ¿Y la famosa carta?... Es verdad; existe la carta. Una carta como esa, basta para inflamar un corazón...
Doña Francisca estaba en sus glorias, y lo único que la afligía era la estrechez de la habitación, en la cual las cuatro mujeres apenas podían revolverse.
Un corazón inflamable rectifiqué, pero no uno como el tuyo. No se trata de mí respondió Francisca. sabes que yo no represento más que los papeles de coqueta, mientras que tú eres una enamorada de nacimiento... ¿Verdad?... Sí, cuando yo te lo digo...
¿Qué le voy a hacer? suspiró Francisca en tono burlón. Es el efecto en mí del celibato... Hay jóvenes que se vuelven de azúcar, como Genoveva; hay otras que se ponen más agrias que un limón, como yo... No comprendo por qué tienen ustedes todas, trazas de encontrar magnífico ese sentimiento de pureza virginal de que hablan.
«Allá voy, muñeca; le decía es justo que después de los trabajos y fatigas del Adviento me dé yo mis verdes. Viejo y enfermo, este pobre cura todavía tiene ganas de subir y bajar. Además, ¡me muero por ver a mi Linilla! Buena falta me haces aquí. Francisca ya no sirve para nada; cada día está más chocha, y todo se le va en gruñir y regañar. Ni yo me escapo.
Palabra del Dia
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