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Actualizado: 16 de julio de 2025
Yérguese sobre una gran mole de granito, y se empina y vuelve á empinarse indefinidamente, cual una Babel titánicamente amontonada, roca sobre roca, siglo tras siglo, empero constantemente calabozo sobre calabozo. Abajo, el in pace de los frailes; más arriba, la jaula de hierro levantada por Luis XI; subiendo siempre, la de Luis XIV; á mayor elevación, la cárcel actual.
Quico, repuso en voz cavernosa, si te dan seis pesos por tu trabajo, ¿cuánto darán á los frailes? Tío Quico con su vivacidad natural levantó la cabeza. ¿A los frailes? ¡Porque has de saber, continuó Camaroncocido, que toda esta entrada se la han procurado los conventos!
El día era hermoso, claro y alegre cual de Andalucía, y recorrí con otros compañeros, que hacia el mismo punto si no con igual objeto caminaban, el largo istmo que sirve para que el continente no tenga la desdicha de estar separado de Cádiz; examinamos al paso las obras admirables de Torregorda, la Cortadura y Puntales, charlamos con los frailes y personas graves que trabajaban en las fortificaciones; disputamos sobre si se percibían claramente o no las posiciones de los franceses al otro lado de la bahía; echamos unas cañas en el figón de Poenco, junto a la Puerta de Tierra, y finalmente, nos separamos en la plaza de San Juan de Dios, para marchar cada cual a su destino.
De los despojos aparentes apenas queda alguno útil que los buenos frailes no se lleven á su monasterio: cargan con cuantos capiteles y fustes de mármol yacen sobre aquella vasta sepultura de grandezas; llévanse cuanta piedra les parece acomodada á la construccion de su templo, de su claustro, de su capítulo, trazados segun el florido sistema ojival terciario; llévanse por fin hasta un cervatillo y una cierva de bronce hueco hallados entre los escombros, que quizás en otro tiempo habian deleitado en alguna fuente del palacio de Azzahra los ojos de su mimosa dueña, y acomodan uno de ellos á un pilon del claustro del santo cenobio.
Lubimoff recordó la impresión de extrañeza que despertaban al atravesar la plaza del Casino estos frailes descalzos cuando bajaban en grupo á Monte-Carlo. Pasó bajo una galería cubierta que formaba arco entre dos casas. Un gran descampado, una llanura, se abrió ante él. Era la plaza del Palacio.
Estoy bien; pero me he desvelado; no tengo sueño. Si no lo tienes tú tampoco, cuéntame algo. A ver dime a dónde fuiste esta mañana. A contar los frailes, que se ha perdido uno. Así nos decía mamá cuando mis hermanas y yo le preguntábamos dónde había ido. Respóndeme al derecho. ¿A dónde fuiste? Jacinta se reía, porque le ocurrió dar a su marido un bromazo muy chusco.
Pues los frailes son una milicia también, y no menos tenaz que la del ejército. Obligado á escoger entre ambas, me quedaría sin las dos, aunque la primera me parece más temible; y cuando así lo digo, estudiado lo tengo. Pero vayan las digresiones á un lado, y siga adelante la historia.
Según el cálculo de ambos frailes, eran precisos diez mil duros por lo menos para la obra. El padre Venancio no se descorazonó, y contestó a su compañero que con fe y constancia se allanan imposibles y se realizan milagros. Y entre ellos no se volvió a hablar más del asunto.
Para espiar a los frailes que andaban en malos pasos por los barrios de Abajo el Puente, hizo Amat construir el balcón de palacio que da a la plazuela de los Desamparados, y se pasaba muchas horas escondido tras de las celosías.
Como ya habían ocurrido casos de llevarse á los Toribios, contra la voluntad de sus padres, á varios muchachos traviesos, y como el hermano Toribio, durante su santa vida, había salido á caza de tales muchachos, no sólo por toda Sevilla, sino por otras poblaciones de Andalucía, desde donde los conducía á su terrible establecimiento, la amenaza de los frailes pareció para broma harto pesada á D. Diego, y para veras le pareció más pesada aún.
Palabra del Dia
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