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Actualizado: 14 de julio de 2025


Triste quedeme, desamparada, y lo que fue peor, en peligro; que apenas cubrió la tierra de la fosa el cuerpo del sin ventura esposo mío, pareció que de otra fosa ignorada salía, para poner en mi corazón ira y espanto, el eterno perturbador de mi sosiego, a quien yo no conocía más que por la relación que de él me había hecho mi esposo; digo que apenas, después de los primeros meses del luto, a la calle salí, y en mi casa empecé a recibir como antes a mis amigas, y a los amigos de mi marido, hizo le presentasen en ella sin mirar en nada, y como si hubiese ignorado que yo ignoraba su nombre, conociéndole por el mortal enemigo de mi familia, el capitán don Baltasar de Peralta.

Tomé el cuerpo en mis brazos y lo llevé por el corredor hasta cerca de la puerta del pabellón, donde lo deposité en el suelo, recordando, que necesitábamos azadones para cavar la fosa. En aquel momento regresó Sarto. Los caballos están ahí dijo Uno de ellos es hermano del que le trajo a usted aquí. Cuanto al oficio de sepulturero, puede usted ahorrarse ese trabajo.

Eso es lo que ha pasado conmigo. Yo casi creía que el destino me forzaba á hacer de Salem mi hogar, para que los rasgos de las fisonomías y el temple del carácter que por tanto tiempo han sido familiares aquí, pues cuando un representante de la raza descendía á su fosa, otro continuaba, por decirlo así, la acostumbrada facción de centinela en la calle principal, aún se pudieran ver y reconocer en mi persona en la antigua población.

La Pepa le vendía a los isleños los cueros de las nutrias y las plumas de los mirasoles que cazara. La Pepa le compraba las provisiones. La Pepa le hacía la comida... ¿Qué haría él ahora sin la Pepa? Ocurriósele que la gallega podría no estar muerta, y sólo desmayada, como que no se la había aún cubierto la tierra. Por eso fue a sacarla de la fosa y la tendió en el rancho.

Si nos acontecía llegar en el momento de abrir a alguno la sepultura, todos echábamos un puñado de tierra en la fosa del patriota, que bien pronto desaparecía en la vasta superficie del campo, no quedando huella ni marca alguna en el suelo, como no queda noticia del heroísmo individual en la Historia. Nuestras pesquisas por todo el campamento no dieron resultado alguno.

Ahora la carromata se detenía otra vez para dejar pasar la procesion, y el cochero apaleado se descubría reverentemente y rezaba un padrenuestro ante la primera imágen en andas que venía y que parecía ser un gran santo. Representaba un anciano de larguísima barba, sentado al borde de una fosa, debajo de un arbol lleno de toda clase de pájaros disecados.

Sondeaba ahora el corazón del pobre ministro como un minero cava la tierra en busca de oro; ó un sepulturero una fosa en busca de una joya enterrada con un cadáver, para encontrar al fin solamente huesos y corrupción. ¡Ojalá que, para beneficio de su alma, hubiera sido esto lo que Chillingworth buscaba!

No tardaron en venir las madres, las hermanas, los tiernos hijos, sosteniéndose entre , porque el dolor aflojaba sus desmayados cuerpos, alumbrándose con triste linterna para buscar al padre, al hijo, al esposo, al hermano. Hombres horribles, tipo medio entre el sayón y el sepulturero, cavaban la profunda y holgada fosa, donde eran arrojados los infelices muertos de ambos ejércitos.

Basilio se entremeció. Aquel era el mismo desconocido que trece años antes había cavado allí la fosa de su madre, sólo que ahora había envejecido, sus cabellos se habían vuelto blancos y usaba bigote y barba, pero la mirada era la misma, la misma expresion amarga, la misma nube en la frente, los mismos brazos musculosos, algo más secos ahora, la misma energía iracunda.

Vió un montículo de tierra en el mismo lugar del fusilamiento. Dos pies y una mano asomaban á ras del suelo. Al aproximarse se desprendieron unos bultos negros de esta fosa poco profunda que dejaba al descubierto los cadáveres. Un tropel de alas duras batió el espacio, alejándose con graznidos de cólera. Volvió sobre sus pasos.

Palabra del Dia

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