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Actualizado: 15 de julio de 2025
Hemos almorzado en una fonda de la Plaza por trece francos, visitamos las fuentes, las más ricas del mundo en juegos de aguas, oimos la música militar cerca del estanque que está en último término, nos sentamos haciendo parte de la sociedad elegantísima que inunda esta esplanada; Vernet me llama y me reconcilia con ella; volvimos luego, tomamos el ómnibus, ya divisamos las torres de Paris: á las seis de la tarde nos apeamos enfrente del palacio de la Industria.
En uno de aquellos encuentros, de la sala a la cocina y de la cocina a la alcoba, propuso Ponte a su paisana celebrar el suceso yéndose los dos a comer de fonda.
Así estuvieron todo el día y parte de la noche encerrados en el cuarto de la fonda: Manuel, triste y silencioso, leyendo y releyendo la carta: Pepe, aguzando el ingenio y prodigando sutilezas que endulzasen tanta amargura. Pocos días después Lorenza recibía la presente carta: «Mi querida amiga: El ser yo quien conteste a lo que ha escrito V. a Manuel, necesita previa explicación.
Mas no bien supo que el médico no garantía la vida del enfermo más allá de la medianoche, creyó saber bastante, y dio al punto a don Federico la orden de suspender el viaje y pedir cuartos para todos allí mismo, en la fonda.
Por consiguiente, allí habrá algún día un pueblo que empezará por una fonda, un hospital y una estación, se aumentará con una cárcel y un café, llegará á tener su mercado y su iglesia, aspirará luego á teatro y plaza de toros, y concluirá por reclamar su Alcalde Corregidor.....
Este al día siguiente vino a enterarse de cómo había pasado la noche, y tuvo la amabilidad de conducirle hasta el colegio; al dejarlo a la puerta, le prometió venir a buscarle y llevarle a almorzar consigo. Y así fue; pero en vez de llevarle a la fonda donde alojaba, prefirió irse a almorzar al restaurant del Iris.
El Joven Sarriense publicó en su primer número la siguiente lacónica, pero endemoniada gacetilla: «El lunes se ha trasladado a las habitaciones del piso principal de la fonda de la Estrella el Excelentísimo señor duque de Tornos, conde de Buenavista, que estaba hospedado en casa de don Rosendo Belinchón.
Don Jaime, que hasta entonces había vivido en Madrid modestamente en un cuartito de soltero, no quería llevar a su mujer a una fonda, ni alojarla mal al principio; y, de acuerdo con doña Luz, resolvió ir a Madrid solo, pues además le llamaban del Congreso con urgencia; poner casa, si bien con economía, como doña Luz llena de juicio se lo recomendaba; y, luego que la tuviese puesta, volver por doña Luz a Villafría.
Estas retóricas desoladoras dejaban a Telva perfectamente fría. Decía para sí: «La señorita está más loca que un vencejo.» Al cuarto día de ausencia, Felicita no pudo resistir más, y envió a Telva a la fonda del Comercio, a que averiguase discretamente qué era de don Anselmo Novillo. Al volver, soltó de sopetón y sin preámbulos lo que sabía. Pues don Anselmo está muy malito con pulmonía.
»Desde mi balcón de la fonda de Bellevue veo el Rhin y la ciudad. Esta, al ponerse el sol, ofrece un aspecto por demás fantástico. El astro del día se oculta detrás de ella y enciende el fondo del cuadro haciendo destacarse las casas y las agujas de las iglesias entre maravillosos efectos de claroscuro.
Palabra del Dia
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