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Actualizado: 29 de mayo de 2025
A ti debiera Dios darte un canario de alcoba todos los años». Las ganancias del establecimiento no eran escasas; pero los esposos Arnaiz no podían llamarse ricos, porque con tanto parto y tanta muerte de hijos y aquel familión de hembras la casa no acababa de florecer como debiera.
Algunas tardes, cuando en el reloj del estudio daban las siete, ella había dicho tristemente, entre los desperezos de su cansancio amoroso: Marcharme... Marcharme cuando ésta es mi verdadera casa... ¡Ay, por qué no somos casados!... Y él, que sentía florecer en su alma todo un jardín de virtudes burguesas ignoradas hasta entonces, repetía convencido: Es verdad, ¡por qué no somos casados!
La esplendidez y el regalo sibaríticos de los toreros, manteniendo y haciendo florecer colmados, figones y tiendas de andaluces y de montañeses, pone ya y seguirá poniendo a este mal oportuno reparo y castizo remedio.
Mi querido amigo: Bien hubiera querido yo escribir algo nuevo expresamente para dedicárselo a V., pero mi pobre ingenio está marchito y seco desde hace dos o tres años, y empiezo a perder toda esperanza de que reverdezca y vuelva a florecer algún día.
Supo que el mal y el bien no radican uno en la tierra y otro en el cielo, sino que ambos están aquí abajo, dentro de nosotros mismos, en gérmenes dispuestos a brotar y florecer o podrirse, según los instintos, la educación, el tiempo o la voluntad del hombre. Y supo, en cuanto así, que en la tierra hay algo muy parecido a la felicidad: el amor.
No faltaron arquitectos españoles que rivalizasen con ellos; pero cuando empezaron á florecer nuestros Ascondos ya el siglo XVIII tocaba á la mitad de su carrera.
No sin pena traspasaremos ahora los límites, allende los cuales comienza la decadencia del drama español, porque con la aparición de esa decadencia coincide la desaparición del espíritu nacional, que infundió savia á esa institución, y el único que la hizo desenvolverse y florecer.
Debía caer en los primeros días de la primavera, a tiempo para que las lilas blancas pudiesen florecer sobre su tumba. La pobre joven presentía su destino y juzgaba sobre su estado con una clarividencia bien rara en los tuberculosos. Quizás hasta tenía sospechas del mal que minaba a su madre.
Despues hemos visto al hijo de Abde-r-rahman I secundar admirablemente la obra de fascinacion comenzada por el famoso intruso; despues, dividirse su tarea sus descendientes, encargándose unos de todo lo relativo á la política y á la guerra, á fin de proporcionar á los otros el sosiego y los medios necesarios para hacer florecer las artes de la paz.
Alfonso, su esposa y su hijita Julia acaban de llegar; me encuentro perfectamente retratada en la cara de Julia. ¡Qué dicha tan grande es la de vernos revivir y florecer de nuevo, cuando nos sentimos decrecer y perder la flor de la juventud! Es verdaderamente lo que era yo a su edad, ¡yo misma, en mi inocencia y en la apacible edad primera!
Palabra del Dia
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