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Inmóviles en los canales flamencos de aguas negras y burbujeantes, había descendido hasta sus dormidas cubiertas la melodía cristalina del carillón perdido en el misterio de la noche. Grandes puentes giratorios se habían abierto ante ellos, repeliendo las masas de gentío y de carretones, para darles paso en los ríos navegables de Holanda.

Breda, ciudad de las llanuras del Bravante, asilo de los rebeldes flamencos, estaba en su poder desde que en 1590 nos la ganó el Duque de Parma. Mauricio de Nassau la tenía bien fortificada, pero en 1625 Felipe IV escribió al general que allí mandaba sus ejércitos: «Marqués de Espinola, tomad a Breda», y éste le puso cerco.

Pero me parece evidente que la lengua francesa tiende á absorber todas las fuerzas intelectuales del pueblo belga, y gana terreno dia por dia; y creo tambien que los flamencos que han tenido la generosa aspiracion de reconstituir la literatura propia han tomado el peor camino posible, comprometiendo así el éxito de su empresa, á cuya cabeza se ha visto á escritores de talento tales como Enrique Conscience, Renier, Snieders, Dautzenberg, Van Duyse y otros que no carecen de valor.

Idea general de Flándes. La raza, la literatura y el arte flamencos. Gante: su estructura y sus alderredores. Monumentos é institutos civiles; el Beffroi y sus tradiciones. Monumentos ó institutos religiosos; el Béguinage, Objetos de arte; el Museo de pinturas; el Jardin botánico y el zoológico.

Los duques de Medina, que tan abiertos partidarios del Emperador se mostraban, más bien por enemigos de la casa de Arcos, su rival, que por adictos á los flamencos, saborearon su triunfo y exigieron á las autoridades ejemplar castigo de los comuneros.

Esta moza tan meticulosa y apañada piensa Azorín me recuerda esas mujeres que se ven en los cuadros flamencos, metidas en una cocina limpia, con un banco, con un armario coronado de relucientes cacharros, con una ventana que deja ver a lo lejos un verde prado por el que serpentea un camino blanco... Después de comer, Azorín se tumba un rato. A esta siesta le llama Azorín la siesta de las cigarras.

En todas partes los avileses se señalaban por su don de mando y su saña en la lucha. Sancho Dávila, apellidado El rayo de la guerra, servía ahora de ejemplar a los flamencos. ¡Quién pudiera devolverme mi mocedad y darme algunos años de la vida gallarda y desembarazada del soldado! exclamaba el canónigo.

La parte meridional de la herencia de Cárlos V atravesaba uno de sus mas dificultosos períodos. Balanceábase magestuosa en un mar lleno de escollos la nave del Estado regida por la inflexible mano de Felipe II, cuya severidad escesiva embravecia los ánimos de los hereges flamencos y traía alterados y en declarada rebelion á los moriscos granadinos.

Hay que ver la nobleza y arrogancia de su figura cuando me lo encasquetan una armadura fina, o ropillas y balandranes de raso, y me lo ponen haciendo el duque de Gandía, al sentir la corazonada de hacerse santo, o el marqués de Bedmar ante el Consejo de Venecia, o Juan de Lanuza en el patíbulo, o el gran Alba poniéndoles las peras a cuarto a los flamencos.

Casóse éste con Doña Ana María de Henao y Riaño, descendiente de unos caballeros flamencos que se establecieron en Castilla, y parienta de los Riaños, infanzones de Aragón. Fruto de este matrimonio fué nuestro D. Pedro. Las ciencias, á que se consagró particularmente con más celo, fueron las matemáticas, la filosofía y el derecho civil y canónico.