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Actualizado: 28 de julio de 2025
Se suena que cierto mozo principal ha tomado tierra en esas calas de la costa, viniendo de Berbería, y que a su buena venida es este festín y zambra. A fe a fe que todavía no ha entrado ni un cristiano viejo; y ¿cómo han de venir si no los llaman? Y ¿cómo han de ser llamados, si los descreídos quieren estar solos para sus prácticas y maquinaciones?
Esos lazos color de sangre, esas hojuelas relucientes, esos reflejos y esos prismas, son teas engañosas que alumbran en la calle, en la tertulia, en el festin; el interior de la casa, el interior de la familia, el corazon del hombre está á oscuras.
No; eso es el altar de una Vénus, el festin de unas bodas, una romería, un teatro. Ahí todo se toca, todo se ve, todo se concibe, todo se adivina.
En semejante duda, leyose la parábola del Hijo Pródigo, que no había perdido nunca de vista en su peregrinación, y observó que había omitido el festín final de reconciliación. No parecía ofrecérsele nada mejor a la deseada cualidad del ceremonioso sacramento entre él y su hijo; de manera, que un año después de la aparición de Carlos, se preparó a darle un banquete suntuoso.
Sus virtudes no pongas en balanza En la mansion solemne del terror: Yace en brazos de trémula esperanza, A los piés de su Padre y su Señor! ¿Á dónde vas? Voy á salvar al mundo Propagando de Dios la ley de amor. Apóstol, tu labor será infecundo, Ven al festin, y enjuga tu sudor. No, no: yo voy á emancipar el mundo De Dios, siguiendo santa ley de amor. ¿Á dónde vas?
Emprendiéronla entonces con los depósitos de trépang, devorando las olutarias con bestial avidez. Al pie de las peñas ardían grandes hogueras, señal evidente de que estaban preparando el festín de carne humana. A las dos de la tarde todos los barriles de agua y el lastre de arena habían sido arrojados al mar, aligerando al buque de un peso de cerca de cuarenta toneladas.
Luego que sintieron alejarse á sus perseguidores, los amigos subieron. Allí vivía el poeta clásico. ¿Tienes que cenar? le preguntó el Doctrino. Un magnífico festín contestó el poeta. Un cuarterón de queso manchego y una botella de Cariñena. Mandaremos por unos buñuelos á la taberna de la esquina. Lázaro tenía un hambre espantosa.
Morsamor se echó a los pies de Narada para mostrar su gratitud besándolos. Narada le alzó, le abrazó y se despidió de él, designando el momento en que volvería para llevarle donde Urbási estaba. En una quinta, a corta distancia de la ciudad, secretamente estaba todo dispuesto para la boda que había de ser clandestina, sin festín para los convidados, sin baile y sin música.
El variable Océano de la atmósfera, con su festín de luces, sus vapores y su claroscuro, su movible fantasmagoría de creaciones caprichosas, con tanta rapidez disipadas. El Océano fijo de la tierra, su ondulación que seguimos de lo alto de las grandes montañas, los levantamientos, testimonio de su antigua movilidad, la sublimidad de sus cimas, de sus nieves eternas.
Mientras él pagaba el escote contando chascarrillos, en la gran mesa de la cocina, que desde el casamiento de don Pedro no usaban los amos, se veían, no lejos de la turbia luz de aceite, relieves de un festín más suculento: restos de carne en platos engrasados, una botella de vino descorchada, una media tetilla, todo amontonado en un rincón, como barrido despreciativamente por el hartazgo; y en el espacio libre de la mesa, tendidos en hilera, había hasta doce naipes, que si no recortados en forma ovada por exceso de uso, como aquellos de que se sirvieron Rinconete y Cortadillo, no les cedían en lo pringosos y sucios.
Palabra del Dia
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