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Actualizado: 20 de octubre de 2025
De orden de V. A. he visto con gusto la Relación historial de los indios que llaman Chiquitos, etc., y me persuado que el ministro evangélico que fuere menos fervoroso, la leerá con sentimiento y rubor, comparando el apostólico celo de aquellos incomparables misioneros con su tibieza, y sólo sentirá alivio en su dolor pidiendo á Dios que por su infinita piedad se compadezca de los años que ha mal empleado en ociosidad.
Como buen funcionario forestal, su corazón se alegra a la vista de los árboles. A decir verdad, el bosque ha sido el único amor fervoroso de su vida y siéntese enternecido al encontrarse de nuevo en la campiña donde pasó sus años juveniles.
Todas estas cosas iban fomentando en su alma entusiasta y ardiente, a par de un cariño fervoroso a las santas instituciones así perseguidas, profunda aversión a sus perseguidores y a los impíos que gobernaban contra la ley de Dios.
En la segunda parte de la novela es donde todo buen musulmán, y más aún todo buen cristiano, tienen que censurar y que escandalizarse. Asal, habitante de un país muy poblado y civilizado, y fervoroso creyente en una religión positiva, se siente inclinado a la mística contemplación, huye del mundo, busca la soledad del yermo y viene a dar en la isla donde Hay habita.
En 1418, D. Francés de Aranda, consejero y elector de reyes, noble caballero, intrépido soldado, monge fervoroso, alma templada para los grandes hechos y corazón formado para el bien, para la conmiseración y para la caridad inagotable; dejó para los pobres, aparte de otras cosas, una limosna de cincuenta mil sueldos de renta: murió el mismo Aranda en 1441.
No tenia aun ni bellos minaretes ni soberbios patios; no ostentaba aun en su interior esa magnífica capilla de Villaviciosa donde es fama que se reunian los imanes para interpretar las leyes del Profeta ; no deslumbraba ni imponia aun al fervoroso musulman con los mármoles, los mosáicos, los colores, la rica y caprichosa pedrería del santuario.
Don Policarpo no se dejaba convencer ni intimidar fácilmente, pero todos se cansaron de chillar y se pusieron roncos, terminando por cansancio una disputa en que los extremos se habían tocado y en que la impiedad atea había estado de acuerdo con el más fervoroso catolicismo. Hubo un entreacto: un rato no corto de sosiego.
Aceptolo así; y con ando a esta idea todos los entusiasmos que cabían en su alma virgen, llegó a convertirla en culto fervoroso y apasionado. Esto podría tener sus puntas de romántico y sus lados de inocente; pero así era la verdad, y verdad muy agradable para él. Tenía ciega fe en que había de hallar a Luz algún día, y en que, después de hallada, no había de desconocerle.
Este amor fervoroso que profesaba a los increíbles adelantos de la época presente, y la lucha que dentro y fuera de casa sostenía a todas horas contra los amigos de la tradición, le impulsaban en ocasiones a valerse de armas prohibidas, como eran, por ejemplo, el exagerar el poder de la industria moderna, forjando nuevas y estupendas empresas que él daba por comenzadas, cuando a nadie se le habían pasado aún por la cabeza.
Una sola, allá en Lima, me quiso de veras con amor fervoroso, pero criminal. Yo también la quise, por mi desgracia, porque tenía un genio de todos los diablos, y queriéndonos mucho, la historia de nuestros amores se compuso de una serie de peloteras diarias. Aquellos amores fueron pesadilla, y no deleite.
Palabra del Dia
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