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Fué su cadáver conducido á Córdoba, y su hijo D. Gonzalo Yañez de Godoy obtuvo del cabildo de la iglesia mayor sitio para enterrarle en ella, fundando la capilla de que se hizo mencion en la nota de la pág. 238. El mencionado obispo D. Juan Fernandez Pantoja hizo á su iglesia catedral una donacion de ornamentos bordados y vasos de oro y plata para el divino Sacrificio.

D. Mariano Irigoyen, Abogado de esta Real Audiencia; el Sr. D. Norberto Quirno, vecino y del comercio; el Sr. Dr. D. Vicente Anastasio Echavarria, Abogado de esta Real Audiencia; el Sr. D. José María Riera, vecino y del comercio; el Sr. D. Pedro Martinez Fernandez, idem; el Sr. Dr. D. Bernardo de la Colina, Presbitero; el Sr.

En poco tiempo me hice amigo de los otros empleados. Mi edad y mi carácter tímido e irresoluto me fueron propicios en esta ocasión. Mis compañeros creían habérselas, sin duda, con balandrón mancebo, presumido, jactancioso y pagado de , que vendría a imponérseles, abusando de la bondad con que le trataba el señor Fernández.

Me dirigí al grupo, y pregunté por el señor Fernández. En el comedor... me contestaron desdeñosamente. Le aguardaré aquí.... El mancebo levantó los hombros y me señaló un asiento. No; advirtió otro de los empleados, el de más edad, ¡le esperan a usted! Llamaron a un criado que me condujo hasta la puerta del comedor. Toda la familia estaba allí reunida.

Llegamos a la señorita Fernández. ¡Esa ! exclamó la buena señora. ¡Esa me gusta! ¡Tan bonita, tan inteligente, tan buena, tan sencilla! Es rica, y tiene la sencillez de una pobre; es inteligente e instruída, y no hace alarde de ello; es hermosa, y no está pagada de su belleza. ¡Ay Rorró! agregó después de elogiar con mucho entusiasmo a la niña. Es una perla. Así quiero una mujer para .

¿Ve usted aquella casa, aquella, la nueva, la que está pintada de gris? Pues ahí vive una persona que toca mejor que Luisa.... ¿No lo sabía usted? ¡Ah! , la señorita Fernández. ¡! ¡Esa!... murmuró maliciosamente la parlanchina. ¿Y qué? ¿Qué? La señorita Fernández... repitió con mucha sorna la morena. ¿Por qué lo niega usted? dijo la rubia. ¿Qué tiene eso de malo?

Sucedió á D. Juan Daza D. Martin Fernandez de Angulo, á cuyos procuradores dió posesion del obispado el cabildo con presencia de las Bulas en 4 de diciembre con la solemnidad acostumbrada.

«Preparado ya para partir á Málaga dice un biógrafo el cabildo, que deseaba tenerlo á toda costa y mejorar su posición, decidió que el muestro Pedro Fernández, á quien Guerrero llamaba el maestro de los maestros españoles, fuese jubilado con la mitad de la renta: que sus funciones fuesen desempeñadas por Guerrero, que recibiría la otra mitad, conservando al mismo tiempo su sueldo de cantor, y teniendo opción al Magisterio con todo su sueldo á la muerte de Fernández, que no aconteció hasta veinte y cinco años más tarde

Sobresalía, en particular, en las comedias de Calderón y de Moreto, muriendo en 1707, á los veinticuatro años de edad. D. Leandro Fernández de Moratín. Cienfuegos. Reforma del teatro español y desaparición del sistema clásico. Gorostiza. Martínez de la Rosa. Bretón de los Herreros. Gil y Zárate. D. Ángel de Saavedra. Hartzenbusch. Larra. García Gutiérrez. Escosura. Zorrilla.

A cuyo propósito deberán los fuertes proveerse de la correspondiente tropa y armas; á que podrá contribuir en gran manera la guarnicion destinada á la isla de Juan Fernandez, en el caso de que se disponga su translacion, como oportunamente lo ha propuesto el capitan D. Manuel de Orejuela, cuyas producciones en cuanto á estos puntos, reproduce el Fiscal enteramente, para que V.S. haga de ellas el uso que su perspicaz penetracion y consumada pericia militar tuviese, por mas acertado y conveniente.