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Actualizado: 14 de mayo de 2025
Por la noche, Blasillo vigilaba el embarque de las mercancías, y el viejo Bentek y los negros llevaban a bordo los últimos fardos, cuando Plock que hasta entonces había permanecido alejado, se aproximó al joven y le dijo: Sólo el demonio, hijo mío, le ha podido encargar de semejante comisión; pero yo me lavo las manos; ¡que la venganza del Cielo caiga sobre usted y sobre los que le mandan!
Y como si quisiera pasar apresuradamente sobre este recuerdo, explicó su llegada al cortijo. Había salido por la mañana de Jerez en la góndola de la sierra, uno de aquellos coches que pasaban cargados de gente y de fardos por el inmediato camino.
Ignoran quién es el enemigo que se va amasando en la sombra. ¿Alemanes, austríacos, búlgaros, turcos?... ¡Son tantos contra ellos! Debíamos retroceder continúa el servio , abandonando lo que nos estorbase. Necesitábamos ganar la montaña antes de que viniese el día. Los largos cordones de mujeres, niños y viejos se habían sumido ya en la noche, revueltos con las bestias portadoras de fardos.
Los tres últimos, los más profundos, están cerrados. Son las bodegas de transporte, donde se amontonan fardos voluminosos, pedazos de maquinaria metidos en cajones que bajan las grúas por las escotillas y se alinean como los libros de una biblioteca. Todas estas mercaderías ocupan dos secciones del buque a proa y a popa, y en medio se halla el departamento de máquinas.
Al desembocar en el campo la alegre multitud, huyeron espantadas unas cuantas gallinas y algunos borregos sucios y torpes patos, que correteaban por allí, y eran los únicos pobladores del mezquino oasis, limitado de una parte por la vetusta tapia, de otra por cobertizos atestados de fardos de vena, y de otra por el taller de cigarros peninsulares, aislado del edificio de la Granera.
Era una reminiscencia de su buena época, cuando manejaba en la estancia sacos de trigo y fardos de cueros. Su hijo, al notar que miraba con fijeza un aparador monumental, se ponía en salvo prudentemente.
¡Andando! exclamó alegremente Roger, que se felicitaba de continuar su viaje en tan buena compañía. Pero antes importa poner mi botín en seguridad y creo que lo estará por completo en esta venta, de cuya dueña tengo los mejores informes. Oid, bella patrona. ¿Véis esos fardos?
Aquí se fundó Buenos Aires dijo Ojeda . Ese caserón es el palacio del Gobierno, lo que llaman «la Casa Rosada». La plaza es la de Mayo. Aquel templo griego, la catedral; ese obelisco blanco, la pirámide de la Independencia. Remontaban la cuesta algunos grupos de hombres de campo llevando a la espalda fardos de ropas. Sus mujeres marchaban junto a ellos, mirándolo todo con ojos de asombro.
Á su voz entraron en la estancia tres cargadores con sendos fardos y permanecieron alineados cerca de la pared. Veamos si me devolvéis intacta mi hacienda, buscones. Número uno: un cobertor francés de pluma finísima, dos sobrecamas de seda labrada de damasco y veinte varas de terciopelo genovés. Aquí está todo, señor capitán. ¡Qué capitán ni qué niño muerto!
Dependientes pocos y buenos, tratados como de la familia, comiendo todos en la misma mesa, a estilo patriarcal. Y la casa adelante, siempre adelante, Queriéndose ellos mucho y amasando ochavo tras ochavo la fortuna para la vejez, en aquel nido estrecho atestado de fardos y piezas de tela.
Palabra del Dia
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