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Actualizado: 4 de noviembre de 2025


Un generoso compañero de viaje me suministró cuanto pude necesitar, sin tener ninguna garantía de mi parte, y su excelente familia me favoreció finamente y me abonó para obtener nuevo pasaporte; miéntras que, gracias al telégrafo, un estimable banquero de Madrid me hizo dar los fondos necesarios para volver á París. ¡Pero qué de diligencias y dificultades para lograr el consabido pasaporte!

El dueño de Can Mallorquí había dispuesto del porvenir de sus hijos rudamente, con esa energía del campesino que no repara en obstáculos cuando cree hacer el bien. Margalida se casaría con un payés, y para él serían las tierras y la casa. Pepet sería cura, lo que representaba una ascensión social de la familia, honor y fortuna para todos.

Entonces estaba yo en amores, no se ría Vd., en amores, hasta encariñada, con un hombre ¡más bueno! Desgraciadamente su familia le apartó de ... y con él perdí la última esperanza de poder ser juiciosa y relativamente honrada. Después entré en relaciones con el vizconde de Manjirón o sea Pepe García, el que se mató por mi culpa.

Luego venían otras provincias, y luego otras, sucediéndose en la tarea durante años; el trabajo se concluía y ahora nosotros los admiramos, viajamos, vamos al Egipto y á Roma, enzalzamos á los Faraones, á la familia Antonina... Desengáñese V.; los muertos muertos se quedan y sólo al fuerte le da la razon la posteridad.

Aunque no pudiera tachársele de delito alguno, porque no era ladrón, ni capaz de hacer mal a nadie, ocultaba su apellido y pocos eran los que sabían que pertenecía a la opulenta familia de Esteven.

Pues mejor, mucho mejor; yo sólo sabía, porque lo había oído á muchas personas, tratándose de vuestra familia, que teníais una hija que era un portento... Como para la mujer es completamente inútil, sino para madrear, ni reparé en ello, ni sentí absolutamente deseo por conocer á ese portento de vuestra hija; pero cuando empecé á pensar en que yo debía tener un heredero, y para ello me era forzoso casarme, sin saber cómo, se me vinieron á la memoria los elogios que acerca de una de vuestras hijas había oído.

¡Desgraciadamente yo no creía en él!... Recurrí, pues, a mi antigua divinidad particular, a mi ídolo predilecto, patrona de toda mi familia a Nuestra Señora de los Dolores.

Se parecían con ese parecido que llamamos aire de familia, y eran, con todo, muy diferentes. La mayor de edad y menor de estatura, la del traje de seda, era trigueña, con ojos y pelo negros, labios colorados como una guinda y blanquísimos dientes, que mostraba riendo.

Cuando en invierno es peligroso arriesgarse entre la nieve, cuentan unos con la hospitalidad de los otros. Todos son hermanos y pertenecen á la misma familia. Así es que cuando los atacan, resisten de común acuerdo, movidos, digámoslo así, por un solo pensamiento.

La familia se fué a Villaverde, y sólo nos quedamos en la hacienda el mayordomo, yo, y Mauricio, el caballerango, un muchacho muy simpático y muy servicial. Iba a la ciudad todos los días, muy de mañana, para traerme noticias de la enferma. El peligro había pasado, tía Carmen mejoraba, y las cartas que recibía yo eran satisfactorias.

Palabra del Dia

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