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Actualizado: 22 de julio de 2025
Se había jurado ser juiciosa hasta que encontrase un marido, y ninguna seducción fue bastante para desviar su decisión. »No faltaban hombres serios que quisieran casarse con ella; en los puertos de mar se les encuentra en abundancia.
Penetremos en los jardines científicos de Londres y hallaremos un espectáculo digno dé admiración. En la época en que los visité el invierno apénas concluia; la vegetación al aire libre estaba muerta, y faltaban por lo mismo todos los encantos del bosque y el jardín; que dependen de la naturaleza.
Un muchacho que estudió conmigo vive en Buenos Aires, y me ha escrito maravillas de aquella tierra, invitándome a ir con él. Antes era mucho mejor: faltaban gentes de nuestra clase; ahora, en cada buque llegan sacerdotes de todos los países.
Lo anterior éralo visible, pues aun cuando el teatro de Legaspi no tenía bambalinas, ni tetares, ni bastidores, ni telones de boca, ni de no boca, ni escapes laterales, ni gazapera para el apuntador, no faltaban sus intriguillas interioras, que si bien no las tapaban los lienzos de los telones ni las sombras de las bambalinas, las ocultaban las paredes de las casas en que se vestían á las señoras.
En honor de la verdad, nada había que decir contra su educación ni contra su carácter: hacía muy buena enferma. No pedía nada; tomaba todo lo que le daban, y si se le preguntaba: ¿Cómo estás, Anita? Algo mejor, señora contestaba la joven siempre que podía. Otras veces no contestaba porque le faltaban fuerzas para hablar. Y a veces no oía siquiera.
Era el que hablaba un rudo campesino de alta estatura, que al acercarse levantó ambas manos, á cada una de las cuales le faltaban el pulgar y los dos primeros dedos. ¡Por San Jorge! ¿Quién os ha maltratado de esa manera, camarada? preguntó Simón.
Al lavarse en una palangana estudiantil, angosta y pobre, Febrer tuvo un gesto de tristeza. «¡Ah, miseria!...» Le faltaban las más rudimentarias comodidades en aquella casa de un lujo señorial y vetusto que los ricos modernos no podían improvisar.
Tampoco faltaban entre ellos algunos malgara docks, sacerdotes y médicos a un tiempo, que tanto curan heridas o enfermedades como celebran matrimonios. Aquella turba feroz y hambrienta se disponía a arrojarse sobre los cuatro blancos, con cuyos cuerpos contaba para darse un banquete; pero el temor los tenía vacilantes.
Por otra parte, la oposición tan natural de D.ª Carmen lastimaba su orgullo. No faltaban comadres que llegaban presurosas á trasmitirle las palabras amargas que la viuda de Uceda pronunciaba refiriéndose á ella. Y en vez de comprender y perdonar estos desahogos de una madre, se enfurecía con ellos, los devolvía con creces y hacía recaer su cólera sobre el pobre Manolo, que ninguna culpa tenía.
Sonó el tercer rugido y se miraron los pasajeros, consultándose para saber cuántos permanecían en tierra. Faltaban muy pocos. La gente se agolpó en las bordas, saludando con gritos y aplausos irónicos a los que llegaban retrasados. En la proa y la popa formaban los emigrantes dos masas obscuras, sobre las cuales se agitaban los pequeños redondeles blancos de las cabezas.
Palabra del Dia
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