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Actualizado: 22 de julio de 2025


Mas no pienses que los acíbares faltaban en este mi primer sorbo del cáliz de los amores; no, Abenzeid; el absinto del dolor se desliza traidoramente entre los labios de la juventud, y esta sentencia tuya sonaba siempre como presagio en mis oídos.

Los vestidos de este sujeto sin ventura eran puramente teóricos. Había sobre sus miserables y secas carnes algunas formas de tela que respondían en principio a la idea de camisa, de levita, de pantalón; pero más era por los pedazos que faltaban que por los pedazos que subsistían. ¡Hacía tanto tiempo que su familia no le llevaba ropa!... Últimamente le pusieron una blusa azul.

Corría el 7 de Julio, y sólo faltaban tres días. ¡Por todos los Santos del cielo, por lo que más amase su amiga, le rogaba que...! Rosalía se puso el dedo en la boca, recomendando la discreción. Andaba por allí Isabelita, y esta niña tenía la fea maña de contar todo lo que oía.

Una o dos veces me encontré sola con él, y entonces todo su valor y su resolución le faltaban; su emoción era tan grande, que apenas podía hablar; y yo, más conmovida que él, procuraba llevar la conversación a la época de nuestra niñez, a los tiempos de nuestra juventud; pero, a pesar mío, e impulsada por una secreta curiosidad, concluía siempre por llegar al día de nuestra separación.

Arrastráronse hacia este lado todos mis anhelos, y acosé a preguntas ociosas a todos y a cada uno de los de la casa. Lo único que saqué en limpio y de nuevo fue la noticia de que tan pronto como pasó la tromba de mediodía, había salido otra expedición de valientes; pero no más que «contra eyus», «contra» los que faltaban; es decir, a su encuentro, o ver si los columbraban desde cierta distancia.

Tampoco faltaban allí comercios que, acatando la ley que obliga a los organismos a adaptarse al medio ambiente, se acomodaban a la pobreza de la barriada.

El simpático doctor, sentado enfrente del conde, formaba con él un contraste singular. El señor Le Bris era lo que se llama un muchacho guapo. Quizá le faltaban un centímetro o dos para llegar a una estatura regular, pero era bien proporcionado. No tenía cara de tonto ni mucho menos, pero no si su nariz era del todo correcta.

Pero tía Nisca, de imaginación más activa que su marido, examinaba interiormente el cuadro de sus pesares, ¡y no le faltaban causas con que justificar toda la amargura de los dolores que sentía!

Estoy ya tan cursado en esta historia En males infortunios y descuentos, Que aquello que tuviera otro por gloria, Tratar del enemigo y sus lamentos, No daba tanto gusto á mi memoria; Y así me parecía los acentos Faltaban por tratar yo de alegría, Por vuelvo

Todo, no obstante, había variado con el transcurso del tiempo, a pesar de la lentitud y reposo con que en Portugal todo camina. Los regocijados janotas que habían formado mi sociedad, se hallaban convertidos en personajes muy serios. Unos eran Pares, diputados otros, y no faltaban entre ellos altos funcionarios y hasta Ministros cesantes o militantes.

Palabra del Dia

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