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Actualizado: 6 de mayo de 2025
Trájole un día una manada de pavos, tan al vivo hechos, que no les faltaba más que graznar; otro día sacó de sus bolsillos la mitad de la Sacra Familia, y al siguiente á San José con el pesebre y portal de Belén.
Su mente, fecunda para el embuste, y su memoria felicísima para ordenar las mentiras que antes había dicho y hacerlas valer en apoyo de la mentira nueva, la sacaron del apuro. «¿Pero no dije a usted que cuando ya habían puesto la mesa, faltaba una ensaladera, y tuve que ir a comprarla de prisa y corriendo a la plaza del Ángel, esquina a Espoz y Mina?
¡«Jettatore»! ¡Yo, «jettatore»! ¡Pues no faltaba más! exclamé amoscado, agregando: Pero, ¿qué placer pueden encontrar esos... ingenuos, en pasarse la vida cavilando y cavilando sobre los naipes, ya que, según dicen, ese juego no da nunca gran provecho al bolsillo?
Algunos más audaces, más maliciosos, y que se creían más enterados, decían al oído de sus íntimos que no faltaba quien procurase contrarrestar la influencia del Provisor. Visitación y Paco Vegallana, que eran los que podían hablar con fundamento, guardaban prudente reserva; era Obdulia quien se daba aires de saber muchas cosas que no había. «¡La Regenta, bah! la Regenta será como todas....
Luego arrojó su corona riendo y agregó: Convenga usted en que soy buena. Convengo en ello y habría confesado además, si lo hubiera deseado, que no le faltaba su grano de coquetería; pero sin esto no sería mujer, y la perfección es odiosa: á las diosas mismas les era necesaria, para ser amadas, algo más que su inmortal belleza.
Lo que había que desear ya era que la prójima se perdiese completamente de vista; que entre la familia y ella mediasen abismos infranqueables; que pudiera decir doña Lupe a los amigos: «esa mujer se ha muerto para mí». La sombra de Jáuregui parecía venir en ayuda de las determinaciones de su ilustre viuda, porque a esta le faltaba poco para ver a su marido salirse de aquel cuadro en que retratado estaba, tomar vida y voz para decirle: «Si no arrojas de tu casa a esa pájara, me voy yo, me borro de este lienzo en que estoy, y no me vuelves a ver más.
Cuando se quedó sola en su tocador, se puso a despeinarse frente al espejo; suelto el cabello, cayó sobre la espalda. «Era verdad, ella se parecía a la Virgen: a la Virgen de la Silla... pero le faltaba el niño»; y cruzada de brazos se estuvo contemplando algunos segundos. A veces tenía miedo de volverse loca.
No, no podía ser: él no podía coger su cruz, porque no era un simple como los de la Edad Media, sino un simple ilustrado, un simple de café, un simple moderno... ¡Ah, pero lo que no le faltaba era el sincero anhelo de sacrificio, de abnegación y caridad!... Hacer disparates para la mayor gloria... de lo que hubiese allá arriba, le parecía muy puesto en razón, algo como una música interior.
Había pensado en mis menores deseos, se había acordado fielmente de mis menores costumbres de otros tiempos para dar a mi aposento toda la comodidad y todo el encanto que se pueden imaginar. Nada faltaba allí, de lo que mi corazón más apreciaba antes.
Mucho sintieron los Padres esta no esperada respuesta; mas con todo eso esperaban que aquella tarde mudarían de resolución; y á la verdad, ellos así lo fingieron, diciendo entonces gustaban ya de que se quedasen entre ellos; bien que siempre se remitían al parecer del principal que faltaba, y decían venía ya de buen ánimo.
Palabra del Dia
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