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Actualizado: 6 de mayo de 2025
Pues no faltaba otra cosa.... Conmigo no juegan.... Pero no, ¡qué disparates digo! No me le quitará, porque yo.... Eso que dicen de que no he hecho bien á nadie, es mentira. Que me lo prueben... porque no basta decirlo. ¿Y los tantísimos á quien he sacado de apuros?... ¿pues y eso?
Inmediatamente volvió sus ojos á la mesa, olvidando al príncipe, al oir un nuevo rugido del público. Faltaba poco para que algunos saludasen con aplausos los repetidos triunfos de la duquesa.
Por fin, dijo con voz alterada: ¿A mí González?... ¿Por las narices? ¡Estás loco!... A mí no me lleva nadie por las narices ... y mucho menos González. Pronunció las últimas palabras con afectado desprecio. Negó a González por la misma razón que San Pedro negó a su Maestro, por el pícaro orgullo. La conciencia le decía que faltaba a la verdad, aunque no cantase el gallo.
También ésta se había divorciado, pero murmurábase que algunas experiencias previas de esta formalidad legal la hacían menos inocente y acaso más egoísta, sin que de ello se infiriese que le faltaba ternura ni que estuviera exenta del más elevado sentimiento moral.
No le faltaba más que expresar abiertamente sus deseos más secretos. ¡Oh, si fuera verdad! exclamé, sacudida por un calofrío de horror. ¡Desear la muerte de Marta!
El mismo lo ignoraba. «Encontré á unos amigos...» Y en el curso de media hora, estos amigos eran los ingleses de Niza ó una familia de Cap-Martin, como si hubiese vivido en los dos lugares al mismo tiempo. Atilio también faltaba.
Lo que es valor, ya se ve, no le faltaba; pero ha sido preciso no olvidar las consideraciones de prudencia y decoro.
Una estera de esparto, finísima en los tiempos de Carlos III, cubría las dos terceras partes del piso, siendo inútiles todos los esfuerzos de doña Leoncia para estirarla hasta cubrir lo que faltaba. Inmenso baúl alternaba con la cama, y á juzgar por lo corroído del cuero y la suciedad acumulada entre él y la pared, los ratones habían tomado por su cuenta la empresa de colonizar aquel recinto.
Les faltaba, por lo tanto, esa posesión de sí mismos, esa autoridad de la palabra y ese empaque que distinguen al hombre que considera a las personas que les son inferiores como tan apartadas de sí, que no tienen que hacer con ellas menos que con el Gran Turco.
Y por la noche, cuando se retiraban con el azadón al hombro, no faltaba una buena alma que los llamase desde la puerta de la taberna de Copa. Los hacían entrar, los convidaban á beber y luego les iban hablando al oído con la cara ceñuda y el acento paternal y bondadoso, como quien aconseja á un niño que evite el peligro.
Palabra del Dia
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