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Actualizado: 6 de julio de 2025
Como hija del pueblo, no quería ser menos que la señora de la grandeza en aquellos bajísimos menesteres... «Quite usted allá, por Díos, hija... replicó la santa . No faltaba más; no lo consiento... de ninguna manera. ¿Es que quiere usted ayudarnos? Pues si tan buen deseo tiene, barra la sala, que va a venir el médico».
Estas noticias volaban por el colegio y se comentaban entre risa y algazara. Pero los demás profesores, sus compañeros, no se reían; estaban indignados. Distinguíase entre todos el cura D. Juan, a quien no le faltaba más que esto para aborrecer de muerte al heterodoxo naturalista.
La Marquesa sabía que en su casa se enamoraban los jóvenes un poco a lo vivo. A veces, mientras leía, notaba que alguien abría la puerta con gran cuidado, sin ruido, por no distraerla; levantaba los ojos; faltaba Fulanito: bueno. Volvía a notar lo mismo, volvía a mirar, faltaba Fulanita, bueno ¿y qué? Seguía leyendo.
No tengo ya ni fuerzas, ni valor, ni energía para lanzarme á un mundo extraño, inmenso, erizado de dificultades, y lanzarme solo. Era esta la última expresión del abatimiento de un espíritu quebrantado. Le faltaba la energía para aprovecharse de la fortuna más favorable que parecía estar á su alcance. Repitió la palabra. ¡Solo, Ester! Tú no irás solo, respondió Ester con profundo acento.
Creía, o mejor, fingía creer, que las cosas no valen nada, que sólo la moneda es riqueza. Señora, le debo a usted dos cuartos de la limosna que dio usted por mí el otro día. Deje usted, Visita, vaya una cantidad... no me avergüence usted. ¡No faltaba más!... Tome usted.... ¡Y qué alfiletero tan mono! No vale nada. ¡Es precioso! Está a su disposición.
Maltrana examinaba mentalmente esta avalancha de miserias, odios y desesperaciones, que podía transformarse en un ejército. ¿Qué le faltaba a la horda?
Sentía inexplicable miedo de las miradas de la gente, y aunque pocos o ninguno la conocían, figurábase que la conocían todos, y que de cada boca salía un comentario acerca de ella. Por desgracia, asunto no faltaba. Pero si la miraban los hombres, era para admirarla, y si cuchicheaban luego, rara vez decían algo fundado en un conocimiento verdadero de la realidad.
El no iba a misa, pero sentía gran respeto por la religión, como una autoridad más de las que hacen marchar al hombre derecho. Por eso deseaba casarse como Dios manda. Aquella pájara que tanta guerra le dio en su matrimonio debía de haber muerto; habría reventado en el Hospital de San Juan de Dios o en medio de la calle. Sólo faltaba sacar el «mortuorio», y se casaban inmediatamente.
Causóme esto mucha pesadumbre, porque el gusto de haber leído tan poco se volvía en disgusto, de pensar el mal camino que se ofrecía para hallar lo mucho que, a mi parecer, faltaba de tan sabroso cuento.
He padecido con esta desdicha tanto como ustedes mismos, pues durante más de un año todo el mundo, en París, me ha llamado solamente "el primo de Freneuse". Hasta sé de algunas almas caritativas á quienes no faltaba nada para insinuar que yo también merecía ir á presidio. Y todo ¿por qué?
Palabra del Dia
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