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Actualizado: 11 de junio de 2025


Entonces, ¿cree usted que puedo presentarme en casa de ellos sin inconvenientes? Sin duda, y aun creo que los inconvenientes estarían en no hacerlo así, porque Fabrice no se podría explicar su abstención, buscaría la causa y caería en sospechas del cuál fuese ella, lo que para nadie sería una ventaja.

Y no es extraño añadía la señora , porque usted también, Fabrice, tiene tipo español... ¿Está usted seguro de no serlo?... Recuerdo haber visto en San Sebastián, hace dos o tres años, un torero que tenía con usted extraordinario parecido. Eso es muy lisonjero para , señora, pero crea usted firmemente que mi único parentesco con aquel diestro, es la común descendencia de Adán.

Aunque gruñendo un poco, concluyó la señora de Montauron por dar el beneplácito, y como Pedro tuviera que pasar por París para ir a embarcarse en Boulogne, fue el encargado de trasmitir la invitación a Fabrice. Cuando el marqués anunció a este amigo su viaje a Inglaterra, donde debía permanecer varias semanas, no pudo el artista dominar su extremada sorpresa.

, señora; el señor Fabrice es una honrada persona y un hombre de talento cuyo nombre me sentiré orgullosa de llevar. Supongo que no ignoras a quién sucedes como esposa... su primera mujer fue una lavandera. Perdón, señora, era florista. ¡Es lo mismo!... ¡en bonita sociedad te vas a meter! Me encontraré contenta en ella si soy tratada con consideraciones.

No tardaron en advertir que a su vez fueron reconocidas, considerada la expresión de fisonomía de los vecinos y el incesante jugar de los anteojos; Mariana se expresaba con viveza, pareciendo mostrar decidido empeño en llamar la atención del marqués sobre el palco de Fabrice.

Y diciendo esto lo introducía en un pequeño departamento compuesto de saloncito y dormitorio, cuya comodidad y buen gusto ponderó mucho Fabrice, dejando en seguida a éste que se vistiera para comer.

Se trata de que Fabrice no efectúe su suicidio cuando llegue la hora... ¿Podemos contar con usted para ese objeto? ¿Y lo duda usted?... Es como si propusiera usted a un asesino libertarlo de su propia conciencia... Pero, ¿qué puedo yo hacer en esto?... No puedo imaginármelo...

Cierto día, como volviese de dar un paseo por el parque con la niña, entró bruscamente en el taller, y después de asegurarse de que Fabrice estaba solo, le dijo de repente: ¡Querido, tengo que hablarte! Habla replicóle el pintor prosiguiendo tranquilamente su trabajo. Me causa pena tocar este punto, pero me parece que no harías mal en que Marcelita volviese a su colegio de Auteuil.

Pocos días después de los sucesos que hemos relatado, el conde de Villerieux, tutor de la huérfana, vino a buscarla a los Genets a fin de acompañarla a París, en cuya ciudad se encontraba ya Fabrice con su hija; y no necesitaremos decir que la despedida de la señora de Montauron y Beatriz no fue cosa que llamase la atención por su cordialidad.

Todos los que aman, o los que amaron, se imaginarán fácilmente las imaginaciones, la fiebre, los súbitos transportes de esperanza, los repentinos golpes de desaliento que atenazaron el alma de Jacques Fabrice en las eternas horas que le separaban del mañana.

Palabra del Dia

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