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Actualizado: 7 de junio de 2025


En este año murió la reina madre D.ª Isabel Farnesio, y en la catedral se hicieron las correspondientes demostraciones fúnebres. Este mismo año se trató de hacer nuevos púlpitos, á cuyo fin por disposicion del obispo Barcía se compraron caobas, se formaron proyectos y se entregó al obrero mayor libramiento de 4000 fanegas de trigo, que produjeron 8000 pesos.

Sabía que el notario había llenado todas las formalidades y que mi papel en la ceremonia consistía en ir a la cabeza del cortejo y en dar las gracias a los asistentes en nombre de la familia. Me vestí, pues, de negro, como lo requerían las circunstancias y me fui a la casa mortuoria en unas disposiciones muy poco fúnebres, mal que pesara a la pobre solterona.

Y después las miradas volvían a misma con mayor tristeza. También atormentaban al joven los elogios que sus amigos le hacían de ella. «¡Qué mujer te tienesle decía Pseudo-Narcissus odoripherus. Y Quercus gigantea le silbaba en el oído estas fúnebres palabras: «Es mucha hembra para ti, barbián. Ándate con mucho ojo». Pero doña Lupe le infundía ideas optimistas. ¡Parecía mentira!

»Pero ¡qué misterioso engranaje!, ¡qué mecanismo tan singular el de la máquina de las ideas! ¡De qué modo tan extraño se eslabonan en el cerebro las negras con las blancas, las tristes con las risueñas, las fúnebres con las cómicas!

También llegaron a nosotros las oraciones fúnebres que en tal ocasión pronunciaron los más famosos predicadores del tiempo. El cortejo fué llevado por la calle de Cantarranas para que Marcela pudiera verlo desde su convento.

Y la idea de la muerte, eterna, inexorable, domina en estos pueblos españoles, con sus novenas y sus tañidos fúnebres, con sus caserones destartalados y su ir y venir de devotas enlutadas. España es un país católico. El catolicismo ha conformado nuestro espíritu.

Pero en la tarde, cuando vió venir por el camino á unos señores vestidos de negro, fúnebres pajarracos con alas de papel arrolladas bajo el brazo, ya no dudó. Aquel era el enemigo. Iban á robarle.

Se habían quitado las colgaduras fúnebres y abierto de par en par las ventanas, pero aquel salón conservaba, sin embargo, un aspecto singularmente glacial y solemne, con sus ensambladuras sucias y desnudas, sus sillas y butacas metódicamente alineadas junto a las paredes y su mesa redonda con tabla de mármol, que, en el vacío de la vasta pieza, parecía un velador de niño, olvidado allí por descuido.

El aire en calma no daba ningún consuelo a los pulmones, y sólo las moscas parecían regocijarse en la pesada y miasmática atmósfera, como sibaritas viviendo en medio de todas las delicias que puede apetecer su naturaleza. Gracián reprendió con cierta aspereza a Pedro López su afán de dar noticias fúnebres que afligían y apocaban a la pobre enferma.

No eran fúnebres lamentos, las campanadas como decía Trifón Cármenes en aquellos versos del Lábaro del día, que la doncella acababa de poner sobre el regazo de su ama; no eran fúnebres lamentos, no hablaban de los muertos, sino de la tristeza de los vivos, del letargo de todo; ¡tan, tan, tan! ¡cuántos! ¡cuántos! ¡y los que faltaban! ¿qué contaban aquellos tañidos? tal vez las gotas de lluvia que iban a caer en aquel otro invierno.

Palabra del Dia

rigoleto

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