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Actualizado: 17 de mayo de 2025
De ambos caracteres participaba; pues la Condesa hacía vida casi monjil y extremadamente rigurosa.
Fernanda también la contemplaba con vivo interés, con una intensa curiosidad que le hacía abrir extremadamente los ojos. Josefina tenía seis años, la tez nacarada, los ojos de una dulzura infinita, azules y melancólicos; algo de triste y enfermizo en toda su diminuta persona. El parecido con el conde saltaba a la vista. Cuando la niña le dejó, los ojos de aquél chocaron con los de Fernanda.
Llevaba varias horas caminando, con la atención extremadamente concentrada y moviendo sus pies entre prudentes titubeos para no aplastar á nadie. Casi celebró que la audacia de Ra-Ra le hubiese dado motivo para descansar en esta plaza solitaria, rodeado del silencio de una gran ciudad desierta. Hasta tuvo la sospecha de que si no venían á buscarle en su retiro acabaría echando un ligero sueño.
Todo está habilidosamente combinado en favor de los intereses de la Marquesa, que no puede pasarse sin Lacante. Es asombrosa la influencia que ha tomado esta mujer sobre un hombre de una inteligencia notable, de una penetración extremadamente sutil y dotado de un sentido tan distinguido de lo delicado y de lo raro. Ella es pesada y ruda, sin conjunto ni elegancia natural.
Quiso desde luego salir a saber lo que pasaba en casa de su hermano, quiso después que fuese su marido, quiso enviar un criado. A todo se opuso D. Martín que, viendo las cosas con más frialdad, comprendía que cualquier paso de éstos en aquel instante era inoportuno. La conversación se animó extremadamente, hasta el punto de que los tresillistas suspendieron el juego y tomaron parte en ella.
El negocio no era tan fácil y expedito como a primera vista parecía: el Sr. de Rivera había sido siempre extremadamente escrupuloso en el lavado, planchado y demás artes decorativas; gustaba asimismo de que todas las prendas que usaba le viniesen como anillo al dedo; cualquier discrepancia en esta materia conseguía alterarle la bilis.
Esperé un instante y le vi salir en compañía de Torres, que se hallaba extremadamente pálido. El doctor mostraba también inquietud en la fisonomía. Hablaron en voz baja cortos momentos, y oí que se despedía para dentro de una hora. El pobre Torres andaba tan preocupado, que ni reparó en mi presencia. Tuve que llamarle la atención.
Y es por una serie de razonamientos semejantes, usuales en las jóvenes extremadamente prácticas, que no se preocupan de encontrar el amor en el matrimonio por lo que mi prima se ha decidido a amarme. ¡Oh! considero a Diana Gardanne incapaz de hacer tales cálculos. Estás equivocado. Por disfrutar de fortuna, sospecho que está decidida a todo. ¿La perspectiva de casarte con ella te asusta?...
Pero más que la rareza de las cartas contribuía sin duda a turbarle el profundo amor que en su naturaleza sensible y tímida había arraigado. «Esta tarde a las tres. Por la tribuna,» decía la carta únicamente. Su turbación no se disipó por completo. Las citas como aquélla eran extremadamente peligrosas; le causaban, enmedio de su felicidad, una impresión de miedo que no podía vencer.
La romanza Lontano a te, más que ninguna otra, tenía el privilegio de despertar su sensibilidad y dar a sus ojos expresión extremadamente amarga.
Palabra del Dia
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