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Actualizado: 17 de mayo de 2025
Obdulia tenía la tez pálida, extremadamente pálida, donde brillaban unos ojos negros grandes y hermosos como pocos. Sus cabellos eran negros también y abundantes, su talle delgadísimo. Todo en su persona indicaba un temperamento enfermizo. No podía llamársela con justicia hermosa, pero sí interesante y distinguida. Avanzó lentamente por la capilla.
Por esto quisiera yo que volviésemos á la antigua usanza, y que, á no ser un drama extremadamente largo, concluyese toda función con su correspondiente divertido sainete. En la indumentaria convendría tener el mayor esmero.
Era una reverberación que ondulaba las líneas rectas, cambiando los contornos de colinas, edificios y personas. Estos caprichos de la luz hacían ver también los objetos dobles é invertidos, como si estuviesen al margen del agua, fingiendo lagos inmensos en un país extremadamente seco.
Delaberge recordaba muy bien la sensación de aislamiento que había sentido al llegar una tarde a ese pequeño pueblo de trescientas casas, situado en la confluencia de dos riachuelos, cuya unión da nacimiento al Aube. Al caer en ese país tan extremadamente rústico, sin transición ninguna y al salir de la Escuela de Nancy, se encontró en él al principio desorientado y triste.
Como hemos dicho, don Fabricio era extremadamente delgado, y decidió intentar pasar el cuerpo por aquella parte de la reja, en que los barrotes eran más esbeltos y, por consiguiente había mayor espacio entre ellos. A la madrugada siguiente, enorme concurso de curiosos se aglomeraba a la entrada del palacio.
Sacramento no era hermosa, sino bonita: pequeña, delgada, extremadamente blanca, los ojos de un azul muy claro, los labios finísimos, tan pobres de color que parecían exangües: los brazos débiles, el talle largo, el pecho apenas pronunciado, todo el cuerpo menudo y grácil, como de adolescente que no ha llegado a su completo desarrollo.
Pocos en aquel jolgorio gozaban tanto, sin embargo, como el capitán D. Félix, cúya era la casa ante la cual ardía la lumbrada. Bajo y menudo de cuerpo, facciones agraciadas, cabellos grises y ojos extremadamente vivos, podría juzgársele por hombre de cincuenta años, aunque pasaba bien de sesenta.
En cuanto pude disponer de un rato de libertad, después que mi amo quedó instalado en casa de su prima, salí a las calles y corrí por ellas sin dirección fija, embriagado con la atmósfera de mi ciudad querida. Después de ausencia tan larga, lo que había visto tantas veces embelesaba mi atención como cosa nueva y extremadamente hermosa.
Era hombre afable, modesto, que con todos los vecinos alternaba sin atender a su condición social, extremadamente servicial, siempre que no se tratase de dinero, y poco amigo de imponer su voluntad ni contradecir a nadie. Pero si declinaba enteramente las preeminencias del nacimiento, en cambio era celosísimo de sus derechos de propiedad.
Pero el último episodio de su vida resultaba extremadamente violento. En una gran capital hubiera tenido menos resonancia, ¡mas aquí, en un pueblo de vida monótona, donde rara vez ocurría algo extraordinario, y en presencia de una muchedumbre aventurera predispuesta á insultar á las personas de clase superior!...
Palabra del Dia
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