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Actualizado: 17 de mayo de 2025


Los tertulios aprobaron estas palabras con un murmullo. Justamente se presentaba Manín preguntando de parte de D. Pedro qué significaba aquel ruido. Se le explicó. El señor de Quiñones se hizo trasladar de nuevo en su sillón con ruedas a la sala; vio a la niña y se interesó extremadamente por ella.

Lo fue por influencia o mediación de D. Martín de las Casas y otros próceres. No les costó trabajo obtener este nombramiento del obispo, porque Gil se había hecho notar extremadamente como alumno aplicado e inteligente en el seminario de Lancia.

Ustedes no son más que cántabros... Precisamente yo debo saber bien eso... ¡Claro! ¡Uzté ze lo zabe too! manifestó un caballero no tan viejo, si bien pasaría de los cincuenta, que entraba a la sazón. D. Enrique Valero, magistrado de la Audiencia también, hombre de agradable porte, de rostro fino y expresivo, aunque extremadamente marchito por la vida alegre que había llevado.

Carmen no correspondió al afecto de Pablo, sea por que su educación, extremadamente recatada, la hiciese muy tímida todavía para los asuntos amorosos, sea, lo que yo creo más probable, que la asustaba la ligereza de carácter del joven, muy dado a galanteos, y que había ya tenido varias novias a quienes había dejado por los más ligeros motivos.

Esta señora, extremadamente delicada de salud desde su matrimonio, había cedido o, por mejor decir, había ella misma propuesto que la hija de su marido viniese a habitar la misma casa. Clementina se educó, pues, aquí y fué amada de la esposa de su padre como una verdadera hija. Ella la quiso y la respetó también como a una madre.

Esto le molestaba extremadamente, le producía una sorda cólera que cada día iba en aumento, hasta que al fin estalló. Un día, después de acalorada disputa entre ambos, el guapo se cruzó de brazos delante de Soledad y dijo resueltamente: ¡Ea, ya se acabó! Aquí no queda otro medio... ¡Ó tu madre ó yo, hija mía! Ni ruegos ni lágrimas lograron hacerle cambiar de resolución.

El dueño de la fonda me lo presentó como un antiguo huésped á quien debía muchas atenciones. Si me negaba á compartir con él mi cuarto, se vería en la precisión de despedirle por tener toda la casa ocupada, lo cual sentía extremadamente.

Teníamos costumbre éste y yo de irnos después de almorzar a tomar café a la cervecería Británica y pasarnos allí un par de horas viendo al través de los grandes cristales que nos separaban de la calle de las Sierpes el ir y venir de la gente. Era un gran camarada el comandante, apacible, jovial, recto en el pensar y extremadamente cortés.

Estos hombres suelen ser extremadamente vanos; un amor propio mal entendido les inspira el deseo de singularizarse en todo; y al fin llegan á contraer un hábito de apartarse de lo que piensan y dicen los demas, esto es, de ponerse en contradiccion con el sentido comun.

Después del armada, éste se puede alabar que sirvió extremadamente bien, aunque no tenía allí su compañía. Daba cada día cinco ó seis vueltas al fuerte, lo que no hacía Capitán ni Oficial ninguno. A los 19 acometieron dar asalto por todas partes y cargaron á la parte de la gruta y ganáronla. Perdióse en ella el Alférez Juan Pérez de Vargas con siete soldados.

Palabra del Dia

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