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Aquella noche dije a mi padre mi deseo de aprender a montar. No quise ocultarle que Pepita me había excitado a ello. Mi padre tuvo una alegría extraordinaria. Me abrazó, me besó, me dijo que ya no era Vd. solo mi maestro, que él también iba a tener el gusto de enseñarme algo.

Por desinteresado que uno sea en la cuestión, es imposible no sentir cierta curiosidad ante una persona tan extraordinaria. Ayer en la noche, mientras que el viejo Alain, de quien soy favorito, me servía mi solitaria comida, le dije: ¡Qué lindo día ha hecho hoy, Alain! ¿Ha paseado usted? , señor: esta mañana salí con la señorita. ¡Ah! ¿Pero el señor no nos ha visto pasar? Es probable.

Primero quedó suspenso con el pasmo de la sorpresa, luego se dijo con la velocidad del pensamiento que cuanto había en aquel maravilloso recinto y cuanto realzaba la belleza de aquella mujer extraordinaria, había bajo una u otra forma nacido entre sus manos.

Santorcaz, nuevamente alucinado con aquello que parecía para él extraordinaria coincidencia, prosiguió así: ¿Pero no es éste el camino de Olmutz? Gabriel, o esto es aquello mismo, o se le parece como una gota a otra gota. Mira, ahora tenemos enfrente los pantanos de Satzchan y a nuestra izquierda la colina de Pratzen. Mira hacia allá. ¿No se oye ruido de tambores? ¿No se ven algunas luces?

María montó en el carruaje con la señora de Ciudad, su madrina, y las otras se despidieron hasta luego, tomando apresuradamente el camino de la iglesia. Reinaba extraordinaria agitación en la villa.

Un ser viviente había surgido entre las piedras de la tumba, y avanzaba hacia él arrastrándose. Esta manera de moverse no le pareció extraordinaria. También él vivía en este momento á ras de tierra. Como le era imposible levantar su cabeza del suelo, oyó cómo se aproximaba aquel ser viviente, pero sin poder verlo.

Estos, á quienes había llegado antes la fama de su venida, le festejaron con demostraciones de extraordinaria alegría; cercáronle todos en rueda, y los varones todos, uno por uno, le fueron besando la mano; querían hacer lo mismo las mujeres; mas el santo varón que se deshacía todo en lágrimas de consuelo, les dió á besar la imagen de la Virgen santísima, que traía en la mano.

¿Cómo supiste que yo estaba aquí? preguntó Dimmesdale con temor. En realidad de verdad, respondió el médico, no sabía nada de esto. Gran parte de la noche la he pasado á la cabecera del digno Gobernador Winthrop haciendo en su beneficio lo que mi poca habilidad me permitía. Á un mundo mejor ha partido, y yo me dirigía á mi morada, cuando brilló esa luz extraordinaria.

El nieto de don Horacio sentía una especie de amor retrospectivo hacia aquella mujer extraordinaria. La veía como en los retratos de su juventud, con el rostro inexpresivo y los ojos profundos y enigmáticos bajo una cabellera suelta sin más adorno que una rosa en una sien. ¡Pobre Jorge Sand!

Es en Bingen que comienza la extraordinaria region de las montañas vólcanicas, y donde el Rin adquiere ese carácter prodigiosamente romántico que lo hace provocar la curiosidad de todos los viajeros.