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No se dio por convencido el caballero pobre, y guardando cuidadosamente la cartulina, se abrochó su gabán y trató de ponerse en pie; operación complicadísima que no pudo realizar, por la extraordinaria flojedad de sus piernas, no más gruesas que palillos de tambor.

La inauguración del régimen constitucional en Sevilla, en Marzo de 1820, trajo á la ciudad extraordinaria animación y movimiento, siendo raro el día en que no se desarrollaban algunos importantes sucesos, que servían de comidilla al público y daban margen á largos comentarios.

No se podía decir que crease riqueza; pero tenía una extraordinaria facultad de absorción con respecto a la de los otros, y en punto a consumirla, será difícil hallar sobre la tierra persona alguna en cuyo mantenimiento, conservación y bienestar hayan tenido menos que afanarse la madre naturaleza y la industria humana.

Una agradable sorpresa le conmovió entonces de tal modo, que por instinto hubo de tomar al pigmeo entre dos dedos de su mano izquierda para que no se cayese de la mano derecha.... Lo que él creía un hombre era miss Margaret Haynes que venía á visitarle. Su rostro, único en el mundo, le sonreía encuadrado por los velos, agradeciendo como un homenaje su extraordinaria sorpresa.

Desde los primeros acordes se pudo notar extraordinaria agitación en la juventud de las puertas, que se enervaba a ojos vistas por la falta de ejercicio. Algunos empezaron a meterse los guantes apresuradamente; otros se aliñaron los cabellos con la mano y apretaron el nudo de la corbata. Uno preguntó con voz alterada: Es mazurca, ¿verdad? No; es vals-polca. ¿Cómo vals-polca? ¿No lo estás oyendo?

En ésta, iluminada por un roñoso farol colgado de un clavo en una pared, se veía una enorme pila de panojas recién traídas de la heredad, y á su alrededor, sentados en el suelo, un enjambre de mozas y mozos del lugar ocupados en deshojarlas, echándolas después una á una, pero con extraordinaria rapidez, en los garrotes, ó grandes cestos, que estaban colocados delante de los deshojadores, á razón de uno de los primeros por cada seis de los segundos.

Se entregaban con verdadera furia al goce de esta fiesta extraordinaria, que era como un relámpago en su vida oscura y triste. Una de ellas, por una copa derramada sobre su falda, irguiose amenazando a otra con las uñas.

Pero aunque nada le decía, harto le daba a entender su extraordinaria predilección, atrayéndole de continuo, y no hallándose a placer sino cuando le tenía a su lado, le hablaba o le escuchaba. El P. Enrique, por su parte, no manifestaba la menor extrañeza por los favores que de doña Luz recibía.

Pero como ellos no habían de arreglarlo a su gusto, más cuenta les tenía no pensar en tal cosa, y buscarse cada cual su mendrugo de pan como pudiera, hasta que viniese la muerte y después Dios a dar a cada uno su merecido. Por fin, con extraordinaria gravedad y tono de convicción profunda, Almudena dijo a su amiga que todos los dinerales de D. Carlos podían ser de ella, si quisiera.

La lectura de esta carta produjo a Felisa una emoción extraordinaria e imposible de analizar: sintió pena por el infortunio del ser amado, incertidumbre de lo que debiera procurar según lo extraordinario de las circunstancias, y alegría por vislumbrar la ocasión de ver puesta a prueba la grandeza de su corazón.