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Las oyentes la escuchaban con expresiones contradictorias. Unas creían realizable su ilusión. Otras, fatalistas y melancólicas, torcían el gesto. Sabían lo que podía alcanzarse en aquella tierra. Vivir nada más... y gracias. Al principio, una gloria rápida, y luego, la miseria: una miseria peor que la de Europa. ¡Cincuenta mil francos! dijo Berta . No es mucho.

¿Nos veremos en la calle? dijo el bufón . Venid, que el tiempo urge, y vos, compadre, dejadnos por Jesús Nazareno, y vamos, y no se hable más, que en decir y replicar llevamos una hora. Conque hasta después; muchas expresiones al señor Cornejo, señora María, y al señor escudero que se compre un peine fuerte; hasta más ver... ¡Gracias á Dios que estamos en la calle!

Siguió adelante, y en el principal dió con una inquilina muy mal pagadora, pero de muchísimo corazón para afrontar á la fiera, y así que le vió llegar, juzgando por el cáriz que venía más enfurruñado que nunca, salió al encuentro de su aspereza con estas arrogantes expresiones: «Oiga usté, á mi no me venga con apreturas. Ya sabe que no lo hay.

D. Francisco se despidió con las expresiones más cariñosas que sabía y cogiendo los cuadritos salió con ellos debajo de la capa. Por la escalera iba diciendo: «¡Vaya, que es bueno ser bueno!... ¡Siento en mi interior una cosa, un consuelo...! ¡Si tendrá razón Martín! ¡Si se me pondrá bueno aquel pedazo de mi vida!... Vamos corriendo allá. No me fío, no me fío.

Así continuaban aquellas memorias, llenas de expresiones de una alegría íntima, reveladoras de una alma amante, cándida y sincera, de lo que el juez Ferpierre estaba casi enamorado.

Sólo los historiadores de la literatura se acordarían hoy de Lope si no hubiera escrito más que la Jerusalem, la Angélica o los Triunfos. Esos poemas, en general fríos y pedantescos, se salvan solamente por aquellos pasajes en que la espontánea inspiración del poeta rompe el molde académico y se derrama en encendidas expresiones líricas.

Si no se puede escribir en este país; luego, la están haciendo de una manera... Yo también la silbaría. En el auditorio son las expresiones fugitivas. ¡Vaya! Ya tenemos el telón bajando y subiendo. ¡Bravo! se han dejado una silla. Mire usted aquel comparsa. ¿Qué es aquello blanco que se le ve? ¡Hombre, en esa sala han nacido árboles! ¿Lo mató? ¡Ah, ah, ah! Si morirá el apuntador.

Es preciso, por tanto, suponer que Lope era un improvisador perpetuo, y que sus pensamientos nacían de repente con sus palabras propias, y con el verso y la rima que les convenía. Tales expresiones de admiración ha producido la fecundidad sin ejemplo de nuestro poeta.

Así lo hicieron, y al llegar al break se cambiaron efusivas expresiones de amistad y promesas de repetir la visita, mientras Lorenzo y Ricardo sentían una verdadera fascinación ejercida por aquella Pampita de veinte años, que había resultado querer sólo a su padre...