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Actualizado: 3 de julio de 2025
Vendrá a veros a menudo y no dejaremos escapar ninguna ocasión de hacer cuanto podamos para que seáis feliz. Un hombre sencillo, como era Godfrey Cass, al hablar bajo la influencia de alguna dificultad, balbucea necesariamente expresiones más groseras que sus intenciones y que tienen que rozar sentimientos delicados.
Este y otros términos que se dicen a los niños les hacían reír cada vez que los pronunciaban; pero la confianza y la soledad daban encanto a ciertas expresiones que habrían sido ridículas en pleno día y delante de gente. Pasado un ratito, Juan abrió los ojos, diciendo en tono de hombre: «¿Pero de veras que vas a tener un chico?...». Chí... y a mimir... ro... ro...
Halló a Doña Paca de mal temple, porque se había parecido en la casa, muy de mañana, un dependiente de la tienda, y habíala insultado con expresiones brutales y soeces.
El ojo bizco de esta mujer era su único, pero completo rasgo fisonómico-característico; era un verdadero ojo de demonio que lucía como un ascua medio apagada, y que en continua movilidad dejaba ver sucesivamente todas las expresiones de los siete pecados capitales.
Para mostrar la aprobación de los espectadores, se usaba de la voz vítor ó se daban palmadas . A tales expresiones ruidosas del concurso aluden las súplicas, que se hacen ordinariamente en la conclusión de las comedias españolas, rogándole que perdone sus faltas, que aplauda, etc.
Con sus ideas exaltadas y sus vociferaciones en los cafés, era el principal culpable de que las personas decentes guardasen cierta prevención contra... de que hablasen mal de... Y el viejo acompañaba sus truncadas expresiones con gestos humildes, evitando pronunciar la palabra chueta y nombrar la famosa «calle».
Perla, sin responder de ningún modo á estas melosas expresiones, permaneció al otro lado del arroyuelo, fijando los brillantes ojos ya en su madre, ya en el ministro, ó incluyendo á veces á entrambos en la misma mirada, como si quisiera descubrir y explicarse lo que había de común entre los dos.
Gemía con honda angustia, y el enfermo creyó oír las mismas expresiones de remordimiento que otras veces había adivinado en su mirada. «¡Por mi culpa!... ¡Ha sido por mi culpa!» Jaime experimentó una sensación de alegría ante estas lágrimas. ¡Oh dulce «Flor de almendro»!...
Las mujeres que estaban de pie cerca de la puerta de la cárcel en aquella hermosa mañana de verano, mostraban rollizas y sonrosadas mejillas, cuerpos robustos y bien desarrollados con anchas espaldas; mientras que el lenguaje que empleaban las matronas tenía una rotundidad y desenfado que en nuestros tiempos nos llenaría de sorpresa, tanto por el vigor de las expresiones cuanto por el volumen de la voz.
Y aquí es peor, pues ni siquiera contestan no: ¿ha entrado usted? como si hubiera entrado un perro. ¿Va usted a ver un establecimiento público? Vea usted qué caras, qué voz, qué expresiones, qué respuestas, qué grosería. Sea usted Grande de España; lleve usted un cigarro encendido.
Palabra del Dia
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