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Actualizado: 24 de mayo de 2025


Y aun jurara insistió éste que le había oído decir que pertenecía al cuerpo diplomático. Su excelencia soltó la carcajada. Luego ¿no es cierto? exclamó don Simón . Luego ¿no ha representado nunca a España en ninguna corte extranjera? El ministro volvió a reírse con toda su alma. Don Simón entonces soltó también su poco de carcajada; pero su risa era la del conejo.

Y es tanto más extraña esta excelencia del poeta, y más digna de nuestra admiración, cuanto que en todas sus obras introduce este papel, y conformándose con la costumbre general seguida en su época, aunque se oponga, más bien que favorezca, á su plan dramático, como, por ejemplo, en Amar por razón de estado.

Habéis visto á la hija llorando; y es muy posible que veáis al padre rabiando. ¿Y qué hace en el alcázar su excelencia? Ha venido á ver al rey y no le ha encontrado en su cámara: le han dicho que el rey está en la cámara de la reina, y si se le ha puesto saber hasta qué hora están juntos sus majestades, se habrá quedado sin duda en la cámara real; pero hablemos bajo no sea que nos oigan.

Por lo que hace á la opinión de Lope, sobre la suma excelencia de la forma dramática antigua, y sobre la causa de no imitarla, no otra, en su concepto, que la condescendencia con el gusto corrompido de la muchedumbre, como lo dice en su Arte nuevo y en otras obras, hemos de manifestar que tal aserto no merece tomarse en serio.

Agora que comienço a mouerme quise occupar todo el aliento q. he cobrado en esta mano, para q. diga esto, y quanto me animó su carta de V. Ex.^a, q. sin duda aquellos fauores me han conseruado y retenido, hasta q. estos ojos bueluan a ver a V. Excelencia. Por la m.^d q.

Pues qué, ¿ignoras que yo soy un pobre diablo, dependiente de él, y que él es poderoso, rico, respetado y temido aquí, estimado y favorecido por el Gobierno y caballero gran cruz con excelencia y todo? ¿Y qué me importa a su excelencia? A ti y no a él debió el Gobierno dar la gran cruz, ya que todo lo bueno que se hace en este lugar eres quien lo hace.

Lo seréis, porque á más de vuestro tío os ayudaré yo. ¡Vos! , yo... ¿pues no sabe todo el mundo que soy la querida del duque de Lerma, y que su excelencia me quiere tanto, que hace todo lo que yo quiero? Temería abusar de vos. ¡Bah! yo debo agradeceros el que me hayáis mirado tan bien. Mejor os agradecería el que no me miráseis mal. ¿Y por qué? no tengo motivo... os aprecio... Más quiero...

Ahora, haciéndole sospechar que don Rodrigo le engaña, que le hace traición, su excelencia, que es tan receloso, que en todas partes ve peligros, perderá de seguro á su muy amado confidente. ¿Quién os ha mandado, don necio soberbio, meteros conmigo? ¡Bien empleado os estará todo lo que os suceda, y en vano os devaneréis los sesos para saber de dónde ha venido el golpe!

Dicen que el duque de Lerma, de quien tan justa y honrosamente habláis, os ha tenido preso. Me tuvo, y cabalmente porque no me tiene, me intereso por su excelencia. Me ha vencido su generosidad... y no ... no cómo agradecérselo. Eso mismo lo he dicho á su hija, á la señora condesa de Lemos. Es verdad dijo doña Catalina ya más repuesta.

Más: de limosnas á pobres Soldados, curas enfermos, Y llevarlos á caballo, Treinta mil y cuatro cientos Y cuarenta y seis escudos. No sólo satisfaciendo Va Vuestra Excelencia al Rey; Mas que no podrá, sospecho, Pagarle con cuanto tiene. Suplícole que dejemos Las cuentas, que quiero hablarle.

Palabra del Dia

condesciende

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