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Se hallaban allí presentes muchos individuos de los lugares circunvecinos, que habían oído hablar con frecuencia de la letra escarlata, y para quienes ésta se había convertido en algo terrífico por los millares de historias falsas ó exageradas que acerca de ella circulaban, pero que nunca la habían visto con sus propios ojos; los cuales, después de haber agotado toda otra clase de distracciones, se agolpaban en torno de Ester de una manera rudamente indiscreta.

Tambien se adornan el cuello con corales falsos, y son tan exageradas en este punto, que si les fuera posible llevarian sobre un almacén de semejantes atavíos. Vístense lo mismo que los Indios con una túnica de algodon, pero sin mangas, á la que dan el nombre de dapi.

Pasadas las primeras manifestaciones del entusiasmo que en la juventud siempre toma formas algo más exageradas por lo mismo que ella todo lo hermoso, quisieron enterarse de cómo habían ido las cosas. Esta mañana me con el P. Irene, dijo Makaraig con cierto misterio. ¡Viva el P. Irene! gritó un estudiante entusiasta.

Las ovejas que el vasco apacentaba en sus alfalfares eran como bestias de otro planeta, donde una nutrición maravillosa diese á los seres proporciones exageradas. Parecen animales vistos con anteojos de aumento decía el bolichero.

No se alteraba cuando oía expresar las ideas más exageradas y disolventes. Lo mismo al partidario de la inquisición que al petrolero más rabioso, les escuchaba Feijoo con frialdad benévola. Era indulgente con los entusiasmos, sin duda porque él también los había padecido. Cuando alguno se expresaba ante él con fe y calor, oíale con la paciencia compasiva con que se oye a los locos.

»¡Oh, amigo! Yo debí nacer en España. Si yo hubiese nacido bajo este sol, habría sido guerrillero hoy y mendigo mañana, y fraile al amanecer y torero por la tarde, y majo y sacristán de conventos de monjas, abate y petimetre contrabandista y salteador de caminos... España es el país de la naturaleza desnuda, de las pasiones exageradas, de los sentimientos enérgicos, del bien y el mal sueltos y libres, de los privilegios que traen las luchas, de la guerra continua, del nunca descansar... Amo todas esas fortalezas que ha ido levantando la historia, para tener yo el placer de escalarlas; amo los caracteres tenaces y testarudos para contrariarlos; amo los peligros para acometerlos; amo lo imposible para reírme de la lógica, facilitándolo; amo todo lo que es inaccesible y abrupto en el orden moral, para vencerlo; amo las tempestades todas para lanzarme en ellas, impelido por la curiosidad de ver si salgo sano y salvo de sus mortíferos remolinos; gusto de que me digan «de aquí no pasarás», para contestar «pasaré».

Los males de este sistema de gobierno se han expuesto frecuentemente con los más negros colores, y su influjo mortífero se muestra demasiado claramente en la decadencia posterior del país, para detenernos en este punto más tiempo, no obstante la necesidad imprescindible, para todo hombre imparcial, de no dejarse arrastrar por esas exageradas descripciones.

Ester, por complacer á su hijita, dió una mirada á la coraza, y vió que, debido al efecto peculiar de este espejo convexo, la letra escarlata parecía reproducida en proporciones exageradas y gigantescas, de tal modo que venía á ser lo más prominente de toda su persona. En realidad, parecía como si Ester se ocultara detrás de la letra.

Felipe se la entregó maquinalmente, mientras se deshacía en protestas exageradas para convencer a Alberto de que si le había agujereado el sombrero había sido sin intención deliberada... ¡Soberbia carrera acabo de emprender por vuestra culpa, caballeritos! dijo el conde bajando del coche. A Dios gracias llego a tiempo de evitar un desastre.

Fuera de los mercados, los desvanes y las alcantarillas existe también la verdad. El mismo apóstol del naturalismo, Emilio Zola, lo reconoce pintando escenas de acabada y sublime poesía, que riñen ciertamente con sus exageradas teorías estéticas. No he querido en la presente obra herir al misticismo verdadero ni ridiculizar la vida contemplativa.