Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !

Actualizado: 20 de junio de 2025


Los disparates que habíamos hecho los enmendó la Naturaleza. Contra la Naturaleza no se puede protestar». Miraba el bulto que en la cama hacía Juan Evaristo; pero como su ademán no tenía nada de hostil, Fortunata se iba sosegando. «¡Ya lo que hay aquí! ¡Pobre niño! Dios no ha querido que sea mío. Si lo fuera, me querrías algo.

Con nosotros viene el estudioso y aventajado joven D. Evaristo Batlle, médico titular de la provincia; lleva poco tiempo en ella, y todavía no ha podido desterrar con su ciencia las ridículas y hasta estrafalarias prácticas de los mediquillos. El doctor nos acompaña como simple curioso, si bien, va animado de los mejores deseos humanitarios.

Piénselo bien, piénselo bien; pregúnteselo a la almohada, compañero... Yo creo que cuando usted madure la idea... Me parece que aunque la estuviera madurando diez años... En estas cosas hay que poner algo de caridad; no se puede proceder con simple criterio de justicia. Convendría que usted hablase con ella... ¡Yo!... pero D. Evaristo... , no me vuelvo atrás.

Maximiliano saludó a D. Evaristo, preguntándole con mucho interés por su salud, a lo que respondió el anciano con mucha viveza: «Ya ve usted... Cinco meses llevo así... un día caigo, otro me levanto... ¡Cinco meses!... Nada; que viene un día en que la máquina dice, 'hasta aquí llegamos, compañero' y no se empeñe usted en remendarla, ni echarle aceite.

El mismo D. Evaristo Feijoo le siguió de mal humor, diciéndole con desabrimiento que no le gustaban los cafés de piano, y que el género y la sociedad no debían ser de lo mejor en aquellas alturas. Estuvieron solos algunos días. No veían por allí caras de amigos, hasta que una noche se apareció en el local una pareja conocida. Eran Feliciana y Olmedo, el estudiante de farmacia amigo de Maxi.

Vamos por aquí; la acompañaré a usted dijo D. Evaristo con bondad . Capellanes, Rompelanzas, Olivo, Ballesta, San Onofre, Hortaleza, Arco. Ese es el camino; pero no dude usted lo que le digo... ¿Qué?, hija mía. Que yo soy honrada, que siempre lo he sido. Feijoo miró a su amiga.

El estómago se me quiere jubilar antes que lo demás del cuerpo, y ya debes suponer que faltando el jefe de la oficina... En fin, qué le hemos de hacer». Al llegar aquí, D. Evaristo tenía que alzar mucho la voz para hacerse oír, porque en la calle se situó un pianito de manubrio, tocando polkas y walses.

Ninguno, y con razón, porque yo para usted no soy nadie... hágalo por mi amigo Juan Evaristo, a quien quiero ya como si fuera hijo mío, , sépalo usted, y me constituyo en su tutor; hágalo por él, y tutti contenti». Parecía convencida, y Ballester se fue con la impresión de haber triunfado.

Bueno, mi Sr. D. Evaristo, usted crea lo que quiera. Yo me lavo las manos.

Jacinto alzaba los hombros, respondiéndole con benevolencia quejumbrosa. Parecía decirle: «¡Yo, qué más quisiera...! He hecho todo lo posible... Veremos... he dado una nota... Crea usted que por no queda... Si, ya , dos meses nada más...». Un instante después Ramsés II pasó junto a D. Evaristo, deslizándose por entre las mesas y sillas como sombra impalpable.

Palabra del Dia

metropolitanos

Otros Mirando