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Actualizado: 28 de julio de 2025


Pero cuando don Eugenio le invitó con alegre cordialidad a pasar en Naya el día del patrón, aceptó de buen grado, comprometiéndose a no faltarle. Según lo convenido, subió a Naya la víspera, rehusando la montura que le ofrecía don Pedro. ¡Para legua y media escasa! ¡Y con una tarde hermosísima!

Primitivo decía a Julián para consolarle: Una cosa es hablar, y otra hacer.... O matar a Primitivo, o entregársele a discreción: el capellán comprendía que no quedaba otro recurso. Fue un día a desahogar sus cuitas con don Eugenio, el abad de Naya, cuyos discretos pareceres le alentaban mucho.

Asistía Julián a la velada, entretenido y contento, porque la alegría y el humor de los cazadores le disipaba las ideas congojosas de algunos días atrás, el miedo a la Sabia, a Primitivo, a los Pazos, los lúgubres presentimientos acrecentados por la comunicación de los terrores nerviosos de Nucha. Al cabo, tanto insistió don Eugenio, que hubo de prometer, aplazando para el último día.

Ya tendré entonces lo que me falta: el reposo eterno.... No digáis que no.... ¿Creéis que no tengo ganas de descansar...? Pero mientras llega la hora, don Eugenio siempre firme en su tienda del Mercado. ¡Comerciante hasta la muerte! Y después de repetir estas palabras golpeándose el pecho, salió del salón escoltado por las señoras.

Don Eugenio sólo se consolaba yendo en busca del tío de Juanito, ante el cual mostraba su indignación por los negocios de Cuadros. ¡Cómo se reía don Juan de las fortunas de los bolsistas! Buen provecho. Muchos le habían propuesto aquel negocio; pero él era gato viejo y gustaba de guardar seguro su dinero. Eso de arrojar la fortuna al viento, con la esperanza de una ganancia loca, quedaba para los tontos que se creen poseedores de infalibles secretos.

Todo va mal; diríase que le han alcanzado á Eugenio las maldiciones del suicida. Muy de mañana corre por la casa un mal humor terrible; N ha pasado malísima noche; M se ha levantado indispuesto, y todos son mas agrios que zumo de fruta verde.

Lutgardo de la Torre Izquierdo. Primer Teniente. Eugenio Dubois y Castillo. Primer Teniente. Enrique Machado Nadal. Primer Teniente. Arsenio Ortiz Cabrera. Primer Teniente. Amado de Céspedes Figueredo. Capitán. Aniceto de Castro y Carabeo. Primer Teniente. Augusto Díaz Brito. Primer Teniente. Eduardo Clara y Padró. Teniente. Carlos Fuentes y Machado. Teniente. Luis Febles y Alfonso.

Buen negocio ha hecho usted en la partida de cacao de la viuda e hijos de Villamor, amigo don Eugenio. Phs; regular. «En este momento me acaba de decir don Rosendo que ese negocio se le ha escapado a él de las manos por tontoComo don Rosendo pasa por el primer comerciante de la villa, don Eugenio no puede menos de sentirse lisonjeado por estas palabras.

El perro, sorprendido por el tono suave de la orden, vaciló; por fin se lanzó entre las urces, y al punto mismo se oyó un revoloteo, y el bando salió en todas direcciones. ¡Ahora, condenado, ahora! ¡Ese tiro! gritó don Eugenio. Julián apretó el gatillo.... Las aves volaron raudamente y se perdieron de vista en un segundo.

Eugenio Lacoste es un mulato, hijo de franceses, que se encuentra paralítico desde los 18 años de edad, contando en la actualidad unos cuarenta y cinco años.

Palabra del Dia

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