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Actualizado: 28 de junio de 2025
Eugenio se retira á su casa, entra en su gabinete, se entrega á todo el dolor que consigo trae el frustrarse tantas esperanzas, y un cambio inevitable en su posicion social.
Que lo último ocurriera no era raro por ser incumbencia de los pajes, muchachos de pocos años, la vela, y cuando no se dejaban vencer del sueño, buenas sacudidas daban al instrumento porque la arena corriera y se acabara más presto su guardia. Cantaban al punto un estribillo de que Eugenio de Salazar nos ha conservado memoria, y se picaba la hora en la campana .
Ahora no me ocupo más que del bienestar de mi idolatrada niña. Y a fe que si es cierto que no existe D. Diego, no por eso se quedará soltera, pues cartas tengo aquí del príncipe de Lichenstein, del archiduque Carlos Eugenio, del conde de Schöenbrunn y de otros esclarecidos jóvenes de sangre real pidiéndomela en matrimonio.
Todas las tardes, al anochecer, reuníanse allí los amigos de don Eugenio, la mitad de los cuales vestían sotana y pertenecían al clero de San Juan. A pesar de esto, la tal reunión era casi un club, que en épocas como aquélla tenía su carácter peligroso.
Era la fuga del banquero Morte copiada en miniatura. Además, se hablaba de que el señor Cuadros había comprometido en su ruina los ahorros de don Eugenio, confiados a su custodia, y todos se compadecían del pobre viejo. Podían esperar sentados los acreedores de Cuadros a que éste volviese.
El hombre por quien preguntaba doña Manuela era el fundador de la tienda de Las Tres Rosas, don Eugenio García, el decano de los comerciantes del Mercado, un viejo que arrastraba cuarenta años en cada pierna, como él decía, y mostrábase orgulloso de no haber usado jamás sombrero, contentándose con la gorrilla de seda, que, según él, era el símbolo de la honradez, la economía y la seriedad del antiguo comercio, rutinario y cachazudo.
No; lo que yo quería, Eugenio, era pedirle que me dispensase el enfado que tomé allá en la mesa.... Conozco que soy a veces así... un poco vivo... y luego hay conversaciones que me sacan de tino, sin poderlo remediar. Usted póngase en mi caso.
El día de San Vicente supo Juanito hasta dónde llegaba la indignación del venerable don Eugenio. La fiesta del santo popular verificábase con el aparato de costumbre.
D. Pedro Viguera, Tesorero de esta Real Audiencia, el Sr. D. Juan Andres de Arroyo, Contador mayor del Real Tribunal de cuentas, el Sr. Brigadier D. Bernardo Lecog, Sub-inspector y Director general del real cuerpo de ingenieros, el Sr. D. Joaquin Mosquera, Coronel retirado del mismo real cuerpo, el Sr. D. Eugenio Balbastro, vecino y de este comercio; el Sr.
D. Eugenio de Ochoa, que las reimprimió, pensaba que el escritor brilla más en ellas por la novedad de los pensamientos y la valentía de los giros, que por la pureza y corrección del lenguaje ; Bermúdez de Castro, en el supuesto de que todos los personajes de la corte de Francia querían testimonio de su estilo y de tener que poner en prensa el ingenio para discurrir lisonjera y graciosamente sobre fútiles consultas, alaba al escritor fácil y sentencioso, moralista divagador al gusto de la época, entendiendo que por estar entonces menos formada la lengua francesa que la nuestra, se enriqueció con los giros que introducía el español proscripto .
Palabra del Dia
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