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Actualizado: 4 de mayo de 2025


Ruego al lector que me entero crédito y que no imagine que son ponderaciones andaluzas, o que mis simpatías hacia Juanita me ciegan. Lo que digo es la verdad exacta, pura y no exagerada. Yo he estado en Villalegre, he visto algunos trajes hechos por Juanita y me he quedado estupefacto. Y cuenta que yo tengo buen gusto. Todo el mundo lo sabe.

Le dio la mano y se despidió. No hizo caso de la juiciosa advertencia. Pocos días después aparecía en El Independiente el primer artículo de la serie de tres que dedicaba al estudio de la obra poética de Rojas. Aunque hizo lo posible por moderarse y de buena fe pensó haberlo logrado, el estudio resultó un ataque violento que dejó estupefacto al mundo literario.

Seguí andando hacia la acera de enfrente, cuando de nuevo me detuve, me quedé helado, absorto, estupefacto, porque detrás de mi había sonado claramente mi nombre. ¿Quién me llamaba? Volvime y nada vi. La plazuela estaba enteramente desierta y muda: sólo a lo lejos se oían apenas algunas voces del altercado, que de ningún modo podían confundirse con la que a mi espalda había dicho «Gabriel

Quedeme estupefacto mirándole, y pensando después que era una broma, dije con malos modos: Yo no conozco a esos señores ni cómo se atreven... Pero Gloria me tiró de la manga, diciéndome: Bebe. La miré sorprendido. ¿Hay que beber? , hombre, ; bebe. Hice como me mandaba, apurando una caña, y luego dije: Deles usted las gracias.

Con los fusiles y los pies empujaron los cadáveres, todavía calientes, que dejaban á cada volteo un rastro de sangre. Apenas quedó abierto algo de espacio entre ellos y el muro, pasó adelante el vehículo... Un crujido, un salto. Las ruedas de atrás habían aplastado un obstáculo frágil. Desnoyers continuaba en su asiento, encogido, estupefacto, cerrando los ojos.

La hija del doctor no se dignó responder y su prima salió del aposento prorrumpiendo en sollozos. El señor de Avrigny detúvola al pasar. Amaury, estupefacto, estaba como clavado en su asiento. Ven, hija mía; ven conmigo, Antoñita dijo en voz baja el doctor. ¡Ay, padre mío! ¡Soy muy desgraciada! gimió la pobre joven.

Me había impresionado, no obstante, su cuento, y al fin, por hablar algo, y en tono distraído, le pregunté: Mucho lo habrá V. sentido, ¿no es verdad? ¡Pues no lo había de sentir!... ¿Para qué he de engañarle a V. caballero? me contestó mirándome fijamente. ¡No lo había de sentir, si era mi padre!... Quedé estupefacto.

Pepe Castro se volvió estupefacto. Por las pálidas mejillas del marqués rodaban algunas lágrimas de enternecimiento. Hizo un mohín de lástima y siguió arreglándose los bigotes. Al cabo de unos momentos de silencio, dijo: Dispensa, chico. No tengo esas dos mil pesetas; pero aunque las tuviera puedes estar seguro de que me guardaría de dártelas si las ibas a emplear como dices.

Me acerco a él, lo muevo, lo llamo: «¡Oh, Tché!... ¡Oh, Tché!...» Nada: ¡estaba muerto!... ¡Imagínese usted qué susto! Más de una hora estuve estupefacto y tembloroso ante aquel cadáver; después, de pronto, me acuerdo del faro. No tuve tiempo más que de subir a la farola y encender. La noche estaba ya encima... ¡Qué noche, caballero! El mar y el viento no tenían sus voces naturales.

¿Celoso?... ¡Para estar celoso habría debido amarla! ¿Y si la hubiera amado fielmente, a ella sola, me habría ella amado a ? Ferpierre se quedó estupefacto ante la manifestación de semejante idea. O conservaba un mal recuerdo de las verdades brutales e ingratas de que Vérod había sido apóstol desde joven, o el pesimista, el escéptico se había convertido.

Palabra del Dia

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