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Actualizado: 22 de mayo de 2025
Yo observé la estupefacción de la muchacha, y le dije: ¿Le gusta a usted este espectáculo? Muchísimo. Nos habían dicho que era muy feo, pero es bonito. ¿Quién es aquel señor que está en medio del redondel? Es el presidente. Es el que dirige esto. Ya, ya... Y cuando quiera mandar una cosa, sacará el pañuelo y lo agitará en el aire. No, señora doña Presentacioncita.
Pero Clara en aquel momento se abrazó a ella y estalló en sollozos. La estupefacción de su cuñada llegó a los últimos límites. ¡Cómo! ¿Qué significa esto...? ¿Qué le ha hecho usted a mi hermana, caballero...? ¡Dígalo usted ahora mismo! ¡Ahora mismo o me pierdo y le tiro a usted del bigote!
Así es que se comprende cuál sería su estupefacción cuando, al salir de la montaña y a la orilla del bosque, vio el ruedo del pueblo arrasado como un pontón; no quedaba ni un jardín, ni un huerto, ni un paseo, ni un árbol, ni un matojo; todo lo que se hallaba al alcance del cañón había sido destruido.
Espero que usted me lo guardará con cuidado... Ya ve usted, hay cosas... Sabrá usted cómo he escrito a Isabel, poco antes de marcharme a Sanlúcar, haciéndole una declaración en regla y pidiéndole que me desengañase de una vez... Ya lo sé repuse brutalmente. Estupefacción de Villa. ¿Lo sabe usted?
La fiera agitábase con aturdimiento entre las rojas telas, y apenas acometía a la muleta sentía el capotazo de otro torero atrayéndola lejos del espada. Gallardo, como si desease salir pronto de esta situación, se cuadró con el estoque alto, arrojándose sobre el toro. Un murmullo de estupefacción acogió el golpe.
Tristán secamente respondió: Nunca. Estupefacción en todos los comensales. Viendo el efecto que había causado añadió al cabo de un momento: Nunca mientras Estévanez ejerza en el Español el supremo mangoneo, sea el cancerbero que la Empresa tiene a la puerta. ¿Pero no fue Estévanez quien lo ha presentado y el que prometió hacerlo poner en escena? preguntó el primo Vilches.
Bajóse rápidamente á cogerla, mas al hacerlo pudo observar con estupefacción que las manos de Paco Ruiz y de Carmen se hallaban enlazadas y que se soltaban á toda prisa al notar su movimiento. Sintió la misma impresión que si hubiese tocado una víbora. Al levantarse lanzó una mirada fulminante, abrasadora, sobre ambos.
Elena bajó del suyo, entró en la casa y llamó en la puerta de Visita al tiempo que cruzaba por el pasillo una persona, la cual, así que sonó el timbre, tiró del pestillo y abrió. Elena se encontró frente a frente con su cuñada Clara. La estupefacción de ambas fue inmensa. Elena pensó que allí mismo iba a morir.
El torero, aprovechando la estupefacción del animal, quedó erguido a pocos pasos de su hocico, sacando el vientre como si le desafiase. Sintió «la corazonada» precursora feliz de sus grandes atrevimientos. Había que conquistar al público con un rasgo de audacia, y se arrodilló ante los cuernos con cierta precaución, pronto a levantarse al más leve intento de acometida. El toro permaneció quieto.
Inmediatamente dejó escapar el grito consabido, el que soltó ya hace tantos siglos la hija de Faraón al ver flotando por el río el célebre canastillo de Moisés. ¡Un niño! Momento de estupefacción y de curiosidad en los tertulios. Todos se abalanzan, todos quieren contemplar al mismo tiempo al expósito. Porque nadie duda un momento que aquel niño se hallaba allí expuesto intencionalmente.
Palabra del Dia
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