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Actualizado: 4 de julio de 2025
Parecían aclamaciones a la patria, vivas contestados con hurras. Después dio media vuelta y marchó delante. Era esa caricatura militar de antaño que se llamaba tambor mayor. El viento le despeinaba las plumas, y al arrastrar las alas y dar el estornudo era el puro emblema de la vanidad. No le faltaban más que las cruces, la palabra y la edad provecta para ser quien yo me sé.
En torno de la mesa, husmeando con aire goloso, estaba una diminuta perra inglesa, que, con su piel de porcelana, sus ojillos de cristal y las patas de alambre, parecía escapada de una tienda de juguetes. Al ver a sus amas, el liliputiense animal sacó la roja lengua, lanzando un ladrido que parecía un estornudo. ¡Miss...! ¡mi querida Miss! gritó Amparito, queriendo tomarla en brazos.
El estornudo y la ronquera son los principales síntomas de la garganta y de la nariz. Para la tos, las punzadas, ardores, lágrimas quemantes; para los oidos, ardor, punzadas, zumbidos: estos síntomas tienen necesidad de unirse á otros para que tengan un valor inflamatorio; todo lo mas que en ellos se ve, es un orgasmo sanguíneo, un estado de irritacion sanguínea y nerviosa.
En unos lugares percibían sus pies la frescura de la humedad; en otros aplastaban como arena crujiente el polvo diamantino de la hulla. De pronto, percibían en sus cabezas un torbellino glacial, inesperado, que cosquilleaba las narices con la picazón del estornudo y parecía querer arrebatarles las gorras.
Y estornudó por tres veces, haciendo figuras y monadas con que creía apartar de la mente de Jacobo la maldita idea del gorro quemado: mas este, no bien salieron los criados, después de servir el legítimo ron de Jamaica, tomó a preguntar: ¿Te acuerdas de aquella noche?... El tío Frasquito contestó un ¡sí! tímido y vergonzoso, cual si le recordase la pregunta algún crimen nefando.
Ningún hombre aparecía a la vista; en el fondo, tras la sencilla cortina de rojo terciopelo, con las armas de Butrón bordadas en el centro, que cerraba la emboscadura del teatro, adivinábase, sin embargo, algo masculino, algún espíritu no santo que tosía y estornudaba como el resto de los mortales, porque dos toses y un estornudo, habían llegado al oído avizor de la señora de Barajas, que estaba allí cerca; tocó con el codo a su hermana, diciéndole muy bajo: «Aquí hay duendes»; y la otra, sin volver la cabeza, contestó muy seria: Robinsón y su negro Domingo, que se habrán constipado en la isla desierta.
Finalmente, el sexo débil de las galerías superiores se unió al estornudo general, cubriéndose con los velos para ocultar las muecas á que le obligaba este gesto. Durante mucho tiempo sólo se oyeron estornudos. Hasta el infatigable Gurdilo, que intentó aprovecharse de una ocasión tan propicia para protestar contra el gobierno, no pudo conseguir su propósito.
Palabra del Dia
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