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Actualizado: 13 de julio de 2025
No restaba más que el Alcalde señalase día de salida para formar los itinerarios, y avisar á los pueblos. Al hablar de las oficinas del Gobierno de Tayabas, es imposible dejar de consagrar un recuerdo á Andoy. Andoy está tan identificado con los estantes del archivo, que estoy seguro moriría de nostalgia el día que se le separara de ellos.
Cierto que le constaba con toda evidencia que su senaduría era una de las de la hornada que de un momento a otro lanzaría el Gobierno a los estantes de la Gaceta; y sobre este importante preliminar, por tantos años perseguido, nada tenía ya que temer; pero no se trataba de eso, sino de algo que debía seguir inmediatamente al acontecimiento, como el estampido a la expansión de la pólvora inflamada en un arma de fuego. ¿Cómo le celebraría él, cuándo y en dónde? ¿A qué y con quiénes le obligaba esa distinción, que no por ser justa y merecida y aun algo tardía, dejaba de haber sido piedra de toque de muchas y buenas amistades... y de asombrosos temples de paciencia?
Para lo delicado tienen mujeres en esas obras de platería, para limar las piezas finas, para bordarlas como encaje, con una sierra que va cortando la plata en dibujos, como esas máquinas de labrar relojes y cestos y estantes de madera blanda.
Mándeme en cambio, a casa, mañana mismo si es posible, todos los libros de bridge que encuentre, en cualquier idioma. El pedido es urgentísimo.» A las veinticuatro horas recibí un cargamento de libros. Importaban una factura de 253.10$ moneda nacional, que pagué sin murmurar, y llenaban dos estantes de mi biblioteca.
Me han hecho los estantes nuevos, y hay que trasladar los libros de sitio. Un chico juicioso, ¿eh? ¿Oye Vd. esto? preguntó el jefe a Pepe, y dirigiéndose al caballero, añadió. Nadie más a propósito: su formalidad y su ilustración le servirán a Vd. mucho. Casi es abogado... El que hizo la petición miró a Pepe, y con la autoridad que le daban sus años, le habló así: Vamos a ver, joven.
Sobre la cama caían cortinas de flores encarnadas, semejantes a las que habían abrigado mis primeros sueños de niña; en el borde de la ventana había geranios y artanitas que yo siempre cultivaba; adornaban las paredes algunos cuadros sobre los cuales mis miradas descansaban en otros tiempos al despertarme, y en los estantes encontré los libros en que había aprendido las primeras nociones del amor.
Lo que es esas recopilaciones de sermones que todos juntos no equivalen á una página de Séneca, y todos esos librotes de teología, ya se presumen vms. que no los abro nunca, ni yo ni nadie. Reparó Martin en unos estantes cargados de libros ingleses. Bien creo, dixo, que un republicano se recrea con la mayor parte de estas obras con tanta libertad escritas.
La papeleta vuelve a pasar por las manos de los señores de los extremos; pero esta vez, sin que el sabio adivine la razón, se miran consternados los unos a los otros. Por último uno de ellos le dice en tono humilde: Caballero, el libro que V. pide está en uno de los últimos estantes y es un poco expuesto subir a buscarle... ¡Si a V. le fuese indiferente pedir otro!...
Porque ¡válgame el de los cielos! ¡Cómo estaba también de libros fuera de sus estantes, y de resmas de periódicos, y de fajos de papeles, y de montones de revistas, y de huesos fósiles, y de candilejas y «escudillas» romanas, y de bronces herrumbrosos, y de ejemplares de panojas de muchas castas, en las sillas, por los suelos, en la mesa de escribir y creo que hasta en el aire!
Cuanto más triste la lengüeta de la trompa, más esperanza, más alegría dentro de mí. Todo esto es salud, nada más que salud. He traído al Vivero algunos libros de mi padre. Hacía muchos años que no los había abierto. Quintanar los tenía en los cajones más altos de sus estantes. ¡Qué impresiones!
Palabra del Dia
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