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Actualizado: 9 de mayo de 2025
Había un sofá forrado de tela encarnada y varias sillas, una consola y un espejo: las paredes estaban tapizadas con buena porción de estampas religiosas; el suelo de azulejos. Cuando me hallé solo, volvió a acometerme la misma inquietud y temblor que sentí al penetrar en el portal y tirar de la campanilla. La presencia de la monja me había distraído un poco y sosegado.
En todo esto, siempre me visitaba el hijo de don Alonso de Zúñiga, que se llamaba don Diego, porque me quería bien naturalmente; que yo trocaba con él los peones, si eran mejores los míos; dábale de lo que almorzaba, y no le pedía de lo que él comía; comprábale estampas, enseñábale a luchar, jugaba con él al toro y entreteníale siempre.
El médico no pudo contener su risa. ¿Por qué estarán aquí estos tíos?... Las estampas habrían sido pegadas como adorno, sin fijarse en los personajes; ó tal vez serían recuerdos de algún antiguo soldado, cándido y entusiasta, que creería haber servido á las órdenes de caudillos inmortales. El enfermo tenía los ojos cerrados, y respiraba trabajosamente. Su piel ardía.
Hablaban en voz baja, solos en un rincón del atrio de la iglesia, mientras les miraba curiosamente una mujer que en la escalinata vendía estampas, caras de Dios con marco de estaño, chufas, majuelas y torraos.
Entra, entra dijo a la pitillera. Esta entró. El cuartito estaba en desorden; recogida la almohadilla de los encajes; había un baúl abierto y ya casi colmado, y los cuadros de lentejuela y estampas devotas, que solían adornar las paredes, faltaban de ellas. Hola... ¿parece que vamos de viaje? preguntó Amparo.
Quedose muy satisfecho, y después de detenerse un rato a ver un escaparate de estampas, volvió a pegar la hebra: «Podría ponerse en duda que entre ella y mi tía haya comunicación, y en caso de que no la hubiera, el problema de su residencia seguiría como boca de lobo; pero yo sostengo que hay comunicación.
Sobre el aparador estaban, aún sucios, los platos que sirvieron para la cena de la víspera; en el centro de la mesa veíase el mantel hecho un rebujo, las migajas sobrantes esparcidas en su derredor, y junto al balcón una canastilla llena de ropa blanca atrasada y sin repasar. En cambio prosiguió el viejo señalando a la pared llueven estampas.
Recordaba el joven ciertas estampas de santos misioneros, en las que aparecen éstos con un salvaje prosternado a sus pies, cual símbolo de las grandes conquistas realizadas en favor del cielo; y en sus conversaciones con Feli, designaba siempre al remendón con el apodo de Indio converso.
Poco o ningún cambio había tenido la pieza, que más que gabinete parecía capilla, o mejor un abreviado trasunto de la corte celestial, pues todo en ella era santicos pintados y de bulto, reliquias, estampas de santuarios y monasterios, corazones bordados, palmitos, y un altar completo con sus candeleros de estaño, sus arañas colgadas del techo, sus misales y sus tres curitas de cartón con casullas de papel, en actitud de celebrar misa cantada.
Vencía a los moros en innúmeras batallas, brindaba a la España el reino de Nápoles o el imperio de Moctezuma; y, por fin, de pie en el castillo de una nave inverosímil, destruía para siempre toda la flota del turco, en un nuevo Lepanto prodigioso, que su imaginación soñaba según las estampas.
Palabra del Dia
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