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Actualizado: 15 de julio de 2025
Al fin la sombra gigantesca del tren imperial se movió y pasó casi tocando el nuestro, dejándonos ver en él fondo de un carruaje la figura del vencedor de Solferino y negociador de Villafranca.... El silencio era completo; ningún grito estalló en medio de las sombras y el soberano se perdió en las tinieblas del valle.
¡Oh!, entonces el furor del infeliz don Mariano estalló terrible y alborotado como el del mar en momentos de borrasca, como el de un volcán en erupción. Su atlética figura cayó sobre el grupo de curiosos que tenía más cerca y lo deshizo del primer empuje, volcando a los hombres por el suelo cual si fuesen de paja. Los que quedaron en pie huyeron, sin esperar la segunda arremetida.
Cuando estuvieron solos en el cuarto que servía de vestuario a María, estalló la cólera de esta. Eres un insolente, un infame exclamó con voz sofocada por la ira ¿Qué derecho tienes para tratarme de esta suerte? El quererte respondió Pepe Vera con flema. Maldito sea tu querer dijo María. Pepe Vera se echó a reír. ¡Lo dices eso como si pudieras vivir sin él! dijo volviendo a reír.
Durante las dos horas que pasé con él, me pregunté cómo había podido yo decir semejante palabra. No, Richard; no, Zuzie; no quiero ser Princesa, ni Condesa, ni Marquesa, sino simplemente madama Juan Reynaud... si el señor Juan Reynaud consiente... lo cual no es muy seguro. El regimiento entraba a la aldea, y bruscamente estalló la música marcial y alegre a través del espacio.
«Y ahora venía otro Reyes. Es decir, algo del espíritu y de la sangre de su padre». Bonis tenía la preocupación de que los hijos, más que a los padres, se parecen a los abuelos. La palabra metempsicosis le estalló en los oídos, por dentro. La estimaba mucho, de tiempo atrás, por lo exótica, y ahora le halagaba su significado.
Pero una peligrosa sublevacion estalló en Valencia, donde los revoltosos, desconociendo la autoridad del Congreso, proclamaron la legitimidad de Fernando VII.
Y como consagración del tratado que acababan de convenir, los tres señores mojaron las diestras manos con algunas gotas de la fuente, y cada uno salpicó con ellas el césped de su dominio. Pero el buen tiempo no es duradero y los condes no conservan mucho su sonrisa y compañerismo. Peleáronse los tres amigos y estalló la guerra.
Un grito penetrante se le escapó a la pobre viuda; pero se dominó en seguida y estalló en una carcajada. ¿Y ese grito? murmuró la condesa estupefacta. Es de alegría, señora, de alegría dijo Marta . Ahora me podré casar, vos seréis libre y feliz, estaréis libre de todo pesar. ¡Ah, qué satisfecha estoy! Menos por mí que por vos, que sois mi buena y generosa señora.
Paco Gómez levantó el canasto, lo destapó por completo y fue exhibiendo a sus amigos el infante dormido. Estalló una tempestad de exclamaciones. ¡Angelito! ¿Quién habrá sido la infame?... ¡Pobrecito de mi alma! ¡Qué corazones de hiena, Dios mío! ¡Miren qué hermoso es! ¿Habrá mucho tiempo que lo han expuesto? Estará aterida la criatura. Paco, déjeme usted tocarlo.
Un trueno formidable, simultáneo con el relámpago, estalló sobre la casa y puso pálidos a los más valientes. ¡Vamos, vamos, pronto! gritó el Magistral, cuya palidez no la causaba la tormenta. El trueno le sonaba a carcajadas de su mala suerte, a sarcasmos del diablo que se burlaba de él y de su miserable condición de clérigo.
Palabra del Dia
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