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Actualizado: 22 de junio de 2025
Nunca tuvo dolencia de otro género, de manera que á haber vivido Felipe el Hermoso mucho tiempo, hubiera tenido que espiar su mal proceder para con esta reina, acreedora de mejores miramientos. A principios del año 1555 empezó á enfermar de bastante consideracion; llegando hasta el punto de no querer tomar ninguna medicina.
Cuando llegó al sitio de la ocurrencia, con gran sorpresa suya encontró que el herido no era otro que el P. Camorra, castigado por su provincial á espiar en la quinta de placer, á orillas del Pasig, sus travesuras de Tianì. Tenía una pequeña herida en la mano, una contusion en la cabeza al caerse de espaldas; los ladrones eran tres é iban armados de bolos; la cantidad robada, cincuenta pesos.
No podia humillar mi orgullo, porque para poder mandar algun dia, es necesario primero obedecer, lisonjear y pedir, espiar las ocasiones, multiplicarse a fin de encontrarse en todas partes, y hacerse una costumbre de ocultar la verdad; ved como se consigue el dominar los espiritus cobardes y bajos, y asi son los de los hombres en general.
Con el auxilio de los serenos, Stein pudo hallar fácilmente el lugar indicado en la carta. La casa indicada no tenía portero: la puerta de la calle estaba abierta. Stein entró, subió un tramo de la escalera, y al llegar al primer descanso, no supo dónde dirigirse. Debilitado el primer ímpetu de su resolución, empezó a avergonzarse de lo que hacía. «Espiar decía es una bajeza.
Además, allí está el cura... para eso está don Antero.... ¡Su Ilustrísima no puede... no saldrá de aquí! Y no salió. El que entraba y salía era el Chato, Campillo, que hablaba en secreto con don Fermín y volvía a la calle a recoger rumores y a espiar al enemigo. El cual se presentaba amenazador en la calle estrecha y empinada en que vivía don Santos, casi enfrente de la casa del Magistral.
Dos, tres veces, ya al obscurecer, entró el Magistral en el zaguán obscuro del caserón de la Rinconada. Quería saber algo, espiar los ruidos... pero a llamar no se atrevía... «¿A qué iba él allí? ¿Quién le llamaba a él en aquella casa donde en otro tiempo tanto valía su consejo, tanto se le respetaba y hasta quería? Nadie le llamaba.
Circundaba toda la huerta una tapia de bastante espesor y elevación por donde trepaban la yedra y la madreselva cautelosamente hasta asomar sus hojas por encima como pilluelos que entrasen a robar fruta y tratasen antes de espiar al jardinero.
Don Pedro expresa en un monólogo los afectos encontrados, que bullen y luchan en su alma, por ser él el pretendiente de Violante; y aunque por una parte los deberes de la amistad exigen que lo declare, sin embargo, por otra ha prometido á Violante guardar el silencio más absoluto acerca de sus relaciones amorosas; no puede evitar tampoco, al oir la confesión de Don Jerónimo, cierto arranque de celos, resolviendo, en su consecuencia, espiar con esmero á su amada, para averiguar si le guarda la fidelidad debida.
No quedaron satisfechos estos enemigos de Dios y de su ley con tan horrenda traición; antes tomando de ellas más ánimo, instigados del demonio y de los hechiceros, se previnieron al último acto de la tragedia con la muerte del P. Arce para apartar de sí á quien les reprendía sus bestiales costumbres, é impedir juntamente que los de su nación no abrazasen la santa fé, por lo cual se pusieron á espiar por dónde había de pasar el Padre.
Por una cortina entreabierta distinguieron á la doctora, que escribía en la pieza inmediata. Estaba encorvada sobre un pupitre americano, pero los vió inmediatamente en el espejo que tenía delante de ella para espiar todo lo que pasaba á sus espaldas. Adivinó Ulises que la imponente señora había hecho ciertos preparativos de tocador para recibirle.
Palabra del Dia
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