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Actualizado: 12 de mayo de 2025
La mestiza también se mostraba preocupada por los sucesos de la tarde. Miró á Ricardo con severidad, pensando sin duda en la niña de la estancia. ¡Ay, los hombres! Hasta este gringo que ella creía buenazo resultaba tan perverso como los otros. Pasó adelante el joven, sin fijarse en tal mirada, y encontró en el salón á Elena que parecía esperarle.
Por medida de precaución, le haremos, si usted quiere, un telegrama desde Hendaya; pero lo que yo supongo es que tomará el primer tren que vea salir para Francia, corriendo en busca de usted. Si retrocedemos, se expone usted a cruzarse con él en el camino, y a perder tiempo, y a molestarse más. Si se queda usted en la primera estación que encontremos, para esperarle allí....
Mi hombre inclinó cortesmente la cabeza, en señal de agradecer aquel cumplido mio, y me miró con el encogimiento inevitable del que viene á pedir alguna cosa. Yo le contemplaba de hito en hito, como para comprender sus intenciones, y ver en qué actitud debia esperarle.
La estrechez del tiempo, y necesidad de obrar en que le puso esta novedad, le hizo concebir que ya le era indispensable juntar y reunir el mayor número de tropas que fuese posible, para esperarle y defender aquella villa, en caso de que intentase atacarla: y poniendo en práctica este designio con la mayor prontitud, echó mano de las cantidades producidas por reales tributos, y señaló un moderado sueldo á sus oficiales y soldados.
Al regreso de los dos primeros viajes fué á esperarle en el muelle, buscando con la vista su gorra de galón de oro y su levita azul entre los pasajeros trasatlánticos que se agitaban en las cubiertas con la alegría de la llegada á Europa. En el viaje siguiente, doña Cristina la obligó á quedarse en casa, temiendo que la emoción y las aglomeraciones del puerto perjudicasen su próxima maternidad.
Decidió, sin embargo, esperarle allí, apoyada en la esquina; pero le daba tanto miedo... Parecíale que iba á salir por la reja cercana una gran mano negra, que la cogería llevándosela dentro: ¡qué horror! De repente sintió al extremo de la calle fuerte ruido de voces.
Abandonaba a sus amigos para facilitarle la ocasión de una entrevista a solas. Sin duda iba a esperarle abajo, en el salón de baile. Tardó algunos minutos en seguirla, queriendo imitar esta prudencia, y al fin, después de mirar a un lado y a otro, abandonó la mesa, deslizándose por la escalera cautelosamente, cual si quisiera pasar inadvertido.
¿Para qué querrá doña Clara á Quevedo? dijo para sí sumamente pensativa y contrariada doña Catalina ; pero ¡bah! añadió ; él me ama, me ama, y es leal. Esto debe ser parte de ese enredo que no comprendo. Cuando salga de la audiencia con el rey, pasará precisamente por la galería. Voy á esperarle; Dios quiera que no se entretenga mucho con su majestad.
Se impacientó Jaime ante el aire misterioso y las palabras confusas del muchacho. ¡Para qué tapujos!... ¡Habla! El Capellanet expuso al fin sus sospechas. Ya podía el herrero hacer lo que quisiera contra don Jaime: podía esperarle emboscado en los tamariscos al pie de la torre y matarlo de un tiro.
No se atrevió a ir a la estación a esperarle, pero envió a García para que le diese toda clase de excusas y escribió al mismo tiempo al secretario del Gobierno haciéndole saber lo que había pasado y lamentándose mucho de ello. García llegó de la estación pálido y tembloroso. La escena que allí se había desarrollado fue violenta en extremo.
Palabra del Dia
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