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Actualizado: 12 de mayo de 2025


Después de tres días, como Medrano no llegaba, Ramiro resolvió continuar sin esperarle. Era una mañana esplendorosa de principios de mayo.

Pero tía y sobrino siguieron hablando muy bajito, y nada pudo percibir. Después el clérigo, a instancias de su tía, salió al pasillo, y Fortunata metiose rápidamente en su escondite para esperarle allí. El cuarto aquel estaba casi completamente a oscuras en las primeras horas del día. Los que entraban no veían a quien dentro estuviera. La vela, que ardió gran parte de la noche, se había consumido.

La grandeza del corazón de vuesa merced ya está bien declarada: ningún bravo peleante, según a se me alcanza, está obligado a más que a desafiar a su enemigo y esperarle en campaña; y si el contrario no acude, en él se queda la infamia, y el esperante gana la corona del vencimiento.

Recordaba él de tarde en tarde, sin querer; ella no dejó un solo día de esperarle. Capítulo XIII Hacen alianza el amor, que es niño, y la travesura, que es mujer En el estanco hubo notables alteraciones originadas de aquella alborotada pasión que se apoderó del viejo; pues lo que le hubiera ocurrido con Mariquilla, si don Juan no lo estorbara, le sucedió con Carola.

Amigo don Segis, ¿qué le parece a usted de ir a limpiar los mocos al hijo del Perinolo? ¡Grave! ¡grave! ¡grave! murmuró don Segis. Si pudiéramos darle una sopimpa, sin escándalo, se entiende... ¡Grave! ¡grave! A las once u once y media sale del café. Podemos esperarle por allí cerca y alumbrarle algunos coscorrones. ¡Grave! ¡grave! ¡grave! ¿Es usted un hombre o no lo es, don Segis?

Cuando Feijoo entró en el café de Madrid, Juan Pablo no había llegado aún, y decidió esperarle en el sitio que su amigo acostumbraba ocupar.

El bolsista sentía como un renacimiento de la vida, algo que recordaba sus fiebres de joven, cuando siendo primer dependiente bromeaba y perseguía a la criada Teresa en la trastienda de Las Tres Rosas. Las niñas habían sido enviadas por su mamá a casa de «las magistradas». Juanito estaba en la tienda; y en cuanto a Rafael, no había que esperarle hasta bien entrada la noche.

Los barones están ya cansados de esperarle. EL CONDE. ¿Dónde está, pues, vuestro duque? ¿Acaso la turba de bandidos que, pisoteando el honor caballeresco, se atreve a blandir los aceros en nuestro castillo, pretende reemplazarle? En tal caso, me veré obligado a decirle al emperador: «Son demasiados prometidos para mi hijaVALDEMAR. A vos, conde, os toca decir dónde está el duque.

Escucha, Juan, escucha dijo Montiño, que estaba atortolado y que había perdido el tino : don Rodrigo Calderón está aquí; luego saldrá por el postigo de la casa del duque; yo te llevaré á ese postigo; debes esperarle; lleva en el bolsillo de su ropilla las cartas que comprometen á la reina. ¡Las cartas que comprometen á la reina! dijo sudando el cocinero mayor , las cartas de la reina.

Vi que me quedaba una hora, antes de la acostumbrada de comer en casa de mi tío, y quise aprovecharla para pagar la visita a don Pedro Nolasco. Díjeselo al médico como razón de mi despedida, y se mostró muy dispuesto a acompañarme si aceptaba yo la molestia de esperarle unos instantes.

Palabra del Dia

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