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Actualizado: 4 de junio de 2025


Llamaron a la puerta de la venta, que aún estaba cerrada, con grandes golpes; lo cual, visto por don Quijote desde donde aún no dejaba de hacer la centinela, con voz arrogante y alta dijo: -Caballeros, o escuderos, o quienquiera que seáis: no tenéis para qué llamar a las puertas deste castillo; que asaz de claro está que a tales horas, o los que están dentro duermen, o no tienen por costumbre de abrirse las fortalezas hasta que el sol esté tendido por todo el suelo.

No podía hablar de otro modo al maestro; pero el iba acompañado de un gesto grave, de una expresión de ingenuo respeto. Su familiaridad era semejante a la de los antiguos escuderos con los buscadores de aventuras. Torero desde el cuello al cogote, el resto de su persona tenía a la vez de sastre y ayuda de cámara.

Mas que, en tanto que esto no hubiese, tuvieron los pasados caballeros por cosa acertada que sus escuderos fuesen proveídos de dineros y de otras cosas necesarias, como eran hilas y ungüentos para curarse; y, cuando sucedía que los tales caballeros no tenían escuderos, que eran pocas y raras veces, ellos mesmos lo llevaban todo en unas alforjas muy sutiles, que casi no se parecían, a las ancas del caballo, como que era otra cosa de más importancia; porque, no siendo por ocasión semejante, esto de llevar alforjas no fue muy admitido entre los caballeros andantes; y por esto le daba por consejo, pues aún se lo podía mandar como a su ahijado, que tan presto lo había de ser, que no caminase de allí adelante sin dineros y sin las prevenciones referidas, y que vería cuán bien se hallaba con ellas cuando menos se pensase.

Pobre del que trate de engañarle ó de contradecir sus notas y registros, porque es el hombre más versado que existe en asuntos genealógicos y tiene en la memoria los títulos y blasones de cuantos caballeros hay en Francia é Inglaterra y creo que también la historia completa de sus alianzas y servicios. Dejemos aquí nuestros caballos y entremos con los escuderos.

»Los hombres solteros, cuando llega la noche, acostumbran, después de pasear por el Prado y tomar una comida frugal, montar á caballo, llevando á las ancas á sus escuderos, y lo hacen así para no perderlos de vista, porque como cabalgan rápidamente por las calles en la obscuridad más completa, sería imposible que los siguiesen sus escuderos; también temen ser atacados por detrás, y el escudero sirve para parar los golpes y vigilar en defensa de su amo, aunque lo más general es que, en estos casos, tomen la huída estos defensores que no se suelen preciar de valientes.

Pero cuando estaba en lo más ardiente de su acusación fiscal, entró la dueña cojitranqueando, y dijo: Todo el mundo al cuarto de la señora. El mundo todo aquel á que se refería la dueña, eran un rodrigón que ya conocemos, dos doncellas, dos escuderos, dos criados y un paje. Todo el mundo entró con cuatro palmos de curiosidad en el aposento de la joven.

Limitábala por el sur frondoso bosque, al salir del cual anunció el barón á sus escuderos que habían dejado atrás los dominios de Inglaterra y pisaban el territorio francés.

Motivos me habéis dado para no dudarlo, querido barón, dijo el famoso guerrero con gran risa. Pero venid, y entren también vuestros escuderos. No quiero privar á mi amada compañera del placer de ver en vos á un modelo de nobles, aunque inglés, y á un guerrero famoso.

A lo cual le respondió don Quijote: -Has de saber, amigo Sancho Panza, que fue costumbre muy usada de los caballeros andantes antiguos hacer gobernadores a sus escuderos de las ínsulas o reinos que ganaban, y yo tengo determinado de que por no falte tan agradecida usanza; antes, pienso aventajarme en ella: porque ellos algunas veces, y quizá las más, esperaban a que sus escuderos fuesen viejos; y, ya después de hartos de servir y de llevar malos días y peores noches, les daban algún título de conde, o, por lo mucho, de marqués, de algún valle o provincia de poco más a menos; pero, si vives y yo vivo, bien podría ser que antes de seis días ganase yo tal reino que tuviese otros a él adherentes, que viniesen de molde para coronarte por rey de uno dellos.

Halló Roque Guinart a sus escuderos en la parte donde les había ordenado, y a don Quijote entre ellos, sobre Rocinante, haciéndoles una plática en que les persuadía dejasen aquel modo de vivir tan peligroso, así para el alma como para el cuerpo; pero, como los más eran gascones, gente rústica y desbaratada, no les entraba bien la plática de don Quijote.

Palabra del Dia

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